Publicado en Trofeo Pesca en 1998.Reeditado 2023
Fotos del autor y V. Baeza (patrón del Picobello)
Acabamos de salir del puerto de Torrevieja. Navegamos aun muy despacio, sorteando las luces de los pequeños barcos que pescan el mabre cerca de la costa. Luego lanzamos el barco a l5 nudos. La mar está en calma y el “Chambel” se desliza suavemente. Ponemos proa a un vapor hundido en 80 metros de agua y distante de Torrevieja unas 25 millas .
El amanecer es espléndido y la alegría e ilusión reinan a bordo. Rate, Pepe el mecánico y yo comentamos a los chavales que nos acompañan, Adrián y mi ahijado José Manuel, los buenos recuerdos que tenemos de otras pesqueras sobre este pecio.
El sol rojizo asoma ya por la ralla del horizonte, cuando a unos l50 metros por la amura de babor, vemos el espectacular salto de un pez espada de por lo menos un par de metros de largo. Quitamos máquina rápidamente y durante un buen rato lo tentamos tirando al mar unas cuantas alachas.
Al comprobar que ha seguido su camino, al poco hacemos nosotros lo mismo.
Nos viene a memoria y comentamos mientras navegamos, el episodio de aquel precioso emperador que se acercó a nuestro barco mientras pescábamos el atún a la deriva. Era increíblemente hermoso, azul y plata, deslizándose majestuoso alrededor de nosotros a medio metro por debajo de la superficie lisa y cristalina del mar. Tenía casi 3 metros de largo y no menos de l00 kilos de peso. Comió repetidamente las alachas que le brindamos y luego le dejamos caer libremente una buena alacha prendida en el terminal de nuestra caña.
Habíamos preparado previamente 10 o l5 metros de la línea de la caña adujados en cubierta para que la alacha cayera despacio hacia abajo y para que cuando la tomara el pez espada no encontrara resistencia.
Al caer nuestro cebo al agua el emperador se dirigió hacia allí, giró despacio yéndose al fondo al compás de nuestra alacha, observándola durante un par de vueltas; luego la tomó en la boca y siguió navegando lentamente al tiempo que se agotaba la línea que teníamos floja en cubierta. Cuando esto sucedió y el freno del carrete empezó a actuar, el carretazo y el chasquido de la línea al romperse fueron instantáneos.
Por desgracia, el pez que había comido bajo del barco, en vez de alejarse, giró hacia popa; la línea rozó la hélice y todo acabó allí.
Estamos llegando ya. Comprobamos que hay fondeados dos barcos justo encima del vapor, según nos está indicando nuestra sonda. Resultan ser el “Costelo” y el “Picobelo” ambos de unos amigos de Torrevieja que amarran en este Club. Nos fondeamos entre ellos. No hay mucha corriente y se puede pescar bien. Uno de ellos tiene amarrada por popa en el agua para mantenerla viva una preciosa cherna de 5 o 6 kilos.
Preparamos rápidamente nuestras cañas. Utilizamos en ellas camadas con anzuelos del dos o tres, plomos de 200 gramos y como cebo trozos de alacha y de calamar congelado.
Pronto empiezan a salir besugos de unos 200 gr. Los dos primeros son utilizados como cebo en otras dos cañas; estas con línea del 0,70 y terminal de acero de unas 40 libras de resistencia, son colocadas en sendos cañeros abiertos hacia afuera, para que no enreden las otras cañas.
De pronto, una de las cañas de cebo vivo cabecea repetidamente y empieza a ceder línea. La cojo cierro más el freno del carrete y levanto bruscamente para clavar. Logro elevarle rápidamente del fondo para que no se líe en el casco del barco hundido y tras unos minutos de cobrar y soltar línea gancheamos un congrio de unos 6 ó 7 kilos.
Ya en cubierta, arma un buen zafarrancho hasta que logramos meterlo en el cofre del pescado. En esto, es la caña de Pepe la que se hace un arco, anunciando que hay algo gordo allá abajo tirando de su sedal. Lleva un carrete eléctrico artesanal de fabricación propia. Vemos que trabaja de maravilla y pronto tenemos un congrio de mas de l5 kilos al alcance del gancho.
Mas tarde es Rate y uno de los chavales los que miden sus fuerzas con otro gigantesco congrio y una tremenda morena. Esta es liberada cortando el cable el cable del terminal, ante la imposibilidad de sujetar con las manos su escurridizo cuerpo, para quitarle el anzuelo. Este que no es de acero, acabará desprendiéndose de la boca al oxidarse.
La pesca de besugos continua tras una pausa para almorzar. De vez en cuando sale algún serrano vidriada o jurel. Aprovecho uno de ellos, de unos 200 gramos , para renovar el cebo vivo de la caña. Esta es de unas 30 libras de potencia y lleva un carrete de tambor fijo con 200 metros de línea de 0,70.
Dejo caer al agua el jurel prendido del anzuelo, poniendo luego la caña en su cañero. Observo distraídamente como salen las espiras de nylon del carrete, pero de pronto, la rapidez de salida aumenta extraordinariamente. !Algo grande ha cogido el jurel al caer y se lo lleva velozmente!
Cojo la caña, aprieto el freno y tiro con fuerza para clavar. Siento una presión tremenda y veo además con alarma, como la línea se mete por debajo de la quilla. Aflojo el freno para que no rompa y es entonces cuando Pepe que pesca en la otra banda, ve saltar a lo lejos un pez al que el sol arranca reflejos plateados. En ese instante la línea de su carrete es arrastrada con fuerza. Recupera poco a poco su aparejo. ¡En uno de sus anzuelos va trabada mi línea..!. La cojo yo ahora, puesto que mi caña queda a la otra banda y el sedal pasa por debajo del barco.
¡No tengo mas remedio que trabajar al bicho con el sedal en la mano! Corre a una velocidad endiablada y por supuesto que dadas las circunstancias, el es el verdadero dueño de la situación.. Poco a poco lo acerco. !Es un pez espada! Tendrá solo de 20 a 25 kilos pero tira como un toro y la fina línea de mi caña se me clava en los dedos. Pido los guantes y que me preparen el gancho pues lo tengo ya casi al costado del barco. En ese momento da una arrancada hacia proa, se lleva por delante uno de los volantines del barco de al lado, da luego la vuelta a nuestro cabo de fondeo y rompe mi línea por fin.
Nos quedamos de momento silenciosos y decepcionados, pero pronto reina el buen humor. La pesquera ha sido buena y el día maravilloso.
Es ya la una de la tarde y Torrevieja está a 25 millas a barlovento. La brisa refresca y aumentan los borregos de espuma en la mar. Es hora de dar avante.
La vuelta nunca es tediosa. Siempre la Naturaleza, la mar, brinda algún motivo para admirarla. A veces el picado increíble de un alcatraz, el vuelo rasante de una pardela sorteando las crestas de las olas o el acompañamiento juguetón de unos delfines deslizándose elegantemente en la onda de presión de nuestra roda.
Volvemos satisfechos, pero eso sí, con la convicción de que aún tenemos con la mar otra asignatura pendiente. Ese admirable y esquivo pez espada que hasta ahora siempre ha salido victorioso.
He querido incluir en este artículo unas cuantas fotos, de otros colegas de este Club, que lograron pescar el pez espada en aquella época. Posteriormente otros afortunados pescadores del club, han logrado otros estupendos ejemplares.