Han pasado ya muchos años, pero aún recuerdo vivamente las emociones experimentadas aquellos días.
Según recoge en su enciclopedia FAUNA, Felix Rodríguez de la Fuente, se reproduce en el Mediterráneo en aguas con una temperatura que oscila entre l6 y l9 grados, en dos amplias zonas: una comprendida entre el sur de Italia y el norte de Africa, y otra, la que más nos interesa, que engloba un amplio círculo al sur de las Baleares, este de la región valenciana y norte del Cabo de Palos.
Se creía desde tiempo inmemorial que el atún entraba durante la primavera en el Mediterráneo a través del estrecho de Gibraltar (atún de ida), contorneaba nuestras costas y se reproducía cerca de las mismas en las áreas citadas, volviendo al Atlántico en el otoño (atún de vuelta). Rodríguez de la Fuente aseguraba, que aún siendo esto verdad, hay además un atún autóctono del Mediterráneo, que emigra en el otoño a aguas profundas y alejadas de la costa, y se acerca de nuevo a ésta en la primavera para desovar.
El atún es un pez pelágico. Sus huevos fertilizados a finales de junio son arrastrados por las corrientes dominantes. Crece rápidamente. En octubre ya tiene un kilo, dos en noviembre y en la primavera siguiente, 4 ó 5 kilos. Navega constantemente nutriéndose de peces pelágicos (sardina, caballa etc.) y de bentónicos (capellanes, e incluso salpas y serranos según pudimos comprobar). A los 6 ó 7 años pesa unos 90 kilos y mide 1,50 m (como el primero que capturamos). A los 15 años puede alcanzar los 300 y se ha llegado a capturar en el Mediterráneo algún ejemplar de 800 kilos.
Antiguamente existían en nuestra costa dos procedimientos para capturar el atún: uno mediante las almadrabas (que que parece que se usaron ya en tiempos de fenicios y romanos). En fechas recientes se calaban estas redes desde la isla de Tabarca y desde cabo de Palos. Otro procedimiento de pesca artesanal se iniciaba con el fondeo, en agua cercanas a la costa, de ramas de pino a cuya sombra se cobijaban jureles, que cuando tenían el tamaño adecuado, se capturaban con red y se guardaban en viveros. Este jurel vivo constituía un cebo ideal para los atunes.
Desde el puerto de Torrevieja salían a vela varias embarcaciones, y aún recuerdo de aquella época, ejemplares tremendos colgados en la antigua lonja del pescado.
Ocasionalmente, hoy día (nos referimos al año 1992), pescadores profesionales de Torrevieja, a bordo de las traíñas, los capturan con su red de cerco junto con la sardina y otras veces con el llamado localmente “filaero”. Este es un aparejo de unos cientos de metros de cabo de 6 a 8 mm . con un sedal de dos mm de grueso y l5 a 20 m . de largo con un gran anzuelo. En el otro extremo del cabo ponen una gran boya; una vez clavado el atún, y si este es muy grande, ceden todo el aparejo al mar. En efecto: un atún lanzado nada a una velocidad de hasta 30 nudos y un ejemplar de tan solo cien kilos, rompe cualquier sedal si este es frenado bruscamente.
A comienzos de los años 90 no era muy raro que las traíñas, pescando a la sardina muy cerca de Torrevieja, capturaran algún atún gigante.
Animados por la presencia de atunes cerca de la costa, mi compañero de barco, el "Chambel II", Monserrate Lidón y yo, iniciamos la apasionante aventura de intentar capturar el atún grande con caña y carrete por primera vez en aguas de Torrevieja.
Totalmente decididos e ilusionados hicimos las primeras gestiones. Visitamos el Club Náutico de Castellón cuyo delegado, José Blasco, nos proporcionó con extraordinaria amabilidad, amplia información sobre el tema. Lo mismo ocurrió en el Club Náutico de Gandía, ambos punteros e iniciadores en la pesca del atún gigante en aguas mediterráneas.
Adquirimos una caña Penn International y un carrete Penn Senator 14/0. 700 m de línea monofilamento Bayer del 1,50 mm de diámetro y un bajo línea de 5 a 8 m. del 200, anzuelos especiales, ganchos, grúa artesanal, chalecos de combate etc.
Y empezamos la labor de recoger información sobre avistamiento de atunes que nos proporcionaban semanalmente algunos amigos, pescadores profesionales. Trasladamos a la carta marina todos esos datos y empezamos a salir a la mar a buscarlos.
El sistema de pesca que empleamos fue a la “deriva”. Utilizamos como brumeo trozos de alacha y como cebo salpas o jureles vivos y caballas o alachas muertas. De camino hacia el pesquero curricaneamos con un rapala Magnum de 26 cm. Fueron dos temporadas de buscarlos, a veces de meterlos en nuestro rastro y debajo del barco, atunes tremendos que se cebaban con nuestras alachas sueltas y despreciaban nuestro cebo anzuelado.
Pero volvamos al relato de nuestra primera captura.
Era un día de primavera del año 1993. El día anterior por la mañana nos informó Alberto, el patrón de “Joven Miguel”, de dos hechos:
-Primero, había pescado a la traíña, en 40 m. de profundidad, en aguas del "tomillar", ¡cien cajas de salpas! Se habían agrupado a la luz de la mamparra y las había capturado con su red de cerco.
-Segundo, que había conseguido el primer atún de la temporada y que había visto más atunes en la zona.
Aún de noche, cargamos dos cajas de alacha y metimos en el vivero de a bordo un par de salpas y dos o 3 lisas.
Nos hicimos a la mar, Monserrate Lidón, mi hijo Andrés y yo. Soplaba una ventolina del SW que apenas rizaba la mar. La zona sólo estaba a unas 3 millas del puerto de Torrevieja. Llegados al mismo, paramos el motor y dejamos el “ Chambel” a la deriva empezando a anguar con trozos de alacha. Largamos 30 o 40 metros de línea con una salpa de unos 200 gramos, clavada en un robusto anzuelo Mustad del l2 /0, por el lomo, cerca de la cabeza.
A la media hora vimos a unos 500 o 600 metros de nosotros, actividad de pájaros (pardelas y charranes) e incluso nos pareció ver el lomo de un atún cebándose en superficie. A pesar del rastro ya hecho, decidimos acercarnos y ponernos por delante del camino que los atunes parecían llevar. Y empezamos de nuevo a tirar cada 20 o 30 segundos un par de trozos de alacha e incluso algún puñado de ellas.
Empezó a cantar el carrete del modo más agradable que puede percibir un pescador. La caña se curvó, y de un golpe, el atún, a sus 15 o 20 nudos de velocidad, nos sacó 150 metros línea (según nos indicaban las marcas de colores del sedal), ofreciendo nosotros una resistencia al freno de unos 15 kilos. El “ baile” no había hecho mas que empezar. Durante dos horas lo trajimos varias veces a unos metros del barco hasta ver sus plateados reflejos que nos electrizaban. Otras tantas veces se largó, haciendo chirriar el carrete y poniéndonos temblorosos de pura emoción. Con este primera atún como con los otros capturados esta temporada, compartimos todos los de abordo el apasionante trabajo de acercar el atún cobrando línea a base de “ bombear” (levantar la puntera de la caña y al inclinarla hacia abajo, recoger rápidamente girando la manivela del carrete”)
Al que le tocaba estar al mando del barco, debía estar atento, con el motor encendido, huyendo del atún con pequeñas arrancadas para evitar que se metiera por debajo del barco. Las huídas eran cada vez mas cortas. Notábamos ya su cansancio y que lo movíamos cada vez mas fácilmente al levantar la caña para cobrar línea. Por fin lo vencimos. El atún giró un par de veces lentamente y entonces lo trajimos al costado del barco. El instante es muy peligroso, pues puede hacer un esfuerzo final y largarse por debajo del barco rozando la línea con la quilla o la hélice rompiéndola en el último momento. Muchos nervios al ganchearlo pero, por fin, sujeto por dos ganchos, es izado a bordo.
Júbilo, abrazos, alegría desbordante, mientras el atún da sus últimos coletazos en cubierta. ¡LO HABIAMOS CONSEGUIDO!
Días después lográbamos, a bordo de nuestra embarcación Chambel, nuestro primer doblete…
Desde hacía dos años las embarcaciones Chambel y La Ilusión, habían intentado la pesca deportiva del atún pese a la opinión generalizada de que estas no eran las aguas adecuadas. Unos días después de capturar el Chambel su primer atún, José en “La Ilusión” capturaba ese precioso atún y unos poco tiempo después uno descomunal de 340 Kilos que aún es récord en el Club. A la vista de nuestras capturas y de otras a bordo de las traíñas, otros barcos deportivos con mejor o peor suerte, empezaron a intentarlo y lo mismo lo hicieron barcos profesionales dedicados a artes menores. Ese año el total de los atunes pescados a anzuelo desembarcados en los muelles del Club y en el de la Cofradía ascendió a 38, número que aumentó extraordinariamente en el año siguiente.
Torrevieja, Abril de 1993. Publicado en Trofeo Pesca 1994.