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Por Andrés Javaloy
17 de junio de 2014

La cañabota, un monstruo del abismo

La tecnología actual ha puesto al alcance del pescador deportivo metas que eran impensables hace años. Bien es verdad que es preciso además, para lograr aquellas, cierto espíritu innovador - y diría que aventurero -, dispuesto a investigar lo desconocido, aún a costa de molestias y fracasos.

Eduardo, Felix, e Ignacio y su barco, una Rodman de 10 m . de eslora son muy conocidos entre nosotros por sus espectaculares pesqueras. Aquel día le acompañaba el hijo de Eduardo y el no menos conocido pescador local Pepe el mecánico. Tenían un conocimiento un tanto vago e impreciso, a través de cartas e información de palangreros, de la existencia de unos roquedales submarinos probablemente inexplorados situados a unas 28 o 30 millas al Sureste de Torrevieja con fondos que subían desde los 800 metros hasta los 500 metros de profundidad.El barco de Felix estaba dotado de los más modernos medios de navegación de entonces: G.P.S. piloto automático conectado al mismo etc. Disponen además de una sonda de gran potencia capaz de detectar las irregularidades del fondo marino a esas grandes profundidades. Para la pesca en éstas, son precisos carretes eléctricos que contengan al menos l.000 metros de línea fina (para que les afecten poco las corrientes marinas ni la deriva del barco). Los aparejos que utilizan son aproximadamente iguales a los descritos con anterioridad en la pesca de las grandes chernas. Van lastrados con plomos de un kilo pese a lo cual la caída hasta el fondo es lenta sobre todo en los metros últimos. La presión allá abajo en los 500 metros es nada menos que de unas 50 atmósferas por cm. cuadrado. Los cebos que emplean son también grandes calamares de mas de 30 cm, caballas enteras o alachas.

Una pesquera para el recuerdo
Aquella madrugada de la primavera de 1997 salieron del puerto mucho antes del amanecer. Habían tenido que seleccionar muy bien el día, de acuerdo con un parte del tiempo favorable, para no correr riesgos innecesarios. El trayecto hasta el pesquero nunca es aburrido. Se cuentan lances de pesca de otros días, se está muy atento al movimiento de las luces de barcos que pescan al arrastre cerca de la costa y se vigila el radar para ver el movimiento de los grandes mercantes que navegan por una “autopista” de unas dos millas de ancho, a unas 16 a l7 millas de nuestra costa.
Al amanecer se ultimaron los aparejos y se colocaron los carretes en sus soportes.
El ”29 de agosto” navega por una mar casi llana a unos 18 nudos y en unas 2 horas llegan al punto elegido introducido en la pantalla del G.P.S.
Al llegar, rastrean el fondo comprobando que este se eleva efectivamente, en un trayecto de unos cientos de metros, desde los 800 metros de profundidad hasta unos 400. Consultando el G.P.S a barco parado, comprueban por la deriva del barco que la corriente va hacia el NE, por lo que Félix avanza casi media milla en dirección contraria antes de ordenar calar primero una caña y a los pocos minutos otra. El motor permanece encendido y Félix y Eduardo se turnan para frenar la deriva o corregir su trayectoria con arrancadas cortas del barco, con objeto de que las líneas bajen lo más verticalmente posible hasta al acantilado submarino elegido. El aparejo tarda en llegar interminables minutos, pero al fin la línea ya no sale tan rápidamente y el pescador la coge en sus manos para tantear si está o no en el fondo. Como el barco va cayendo con la deriva, se debe ir soltando sedal lo suficiente para no perder contacto con el piso. En este momento es Félix el que cree que ha clavado algo. Eduardo toma la línea en sus manos y asiente: -¡llevas uno muy gordo!- asegura. Félix nota claramente los tirones de un animal que se debate allá abajo a casi medio kilómetro de profundidad. Pone en marcha el carrete y pronto la caña se curva en un arco. De vez en cuando patina el embrague y cede línea al tiempo que la caña cabecea con violencia. Cuando faltan pocos metros el sedal se aparta del barco y a unos 15 metros se ve salir una gran burbuja de aire y al poco la tripa blanquecina de una enorme cherna asoma en la superficie. Se agita algo intentando nadar hacia abajo pero la brusca descompresión la tiene aturdida y la hace flotar. Con cuidado la atraen al costado del barco, le meten un bichero por su gran boca abierta y la engarfian. Abren la portezuela de la popa del barco y a través de ella de ella la meten a bordo. ¡Es tremenda, tiene por lo menos 35 o 40 kilos! –asegura Eduardo-.

La alegría reina a bordo, pues puede que el sitio esté “virgen” y nunca haya bajado aquí un anzuelo.

Félix lleva de nuevo el barco al sitio marcado previamente en la pantalla del plotter del G.P.S. para intentar derivar hacia el mismo sitio.

Calan de nuevo las dos cañas. Al acercarse de nuevo, según indica la sonda, casi arriba del cantil submarino, una fuerza increíble tira de la línea del carrete haciéndole perder sedal rápidamente al tiempo que la caña se incurva peligrosamente. No es un enroque pues la deriva del barco es ahora muy lenta. Aflojan algo el freno del carrete para que no se rompan ni el sedal ni la caña, y el pescado hace una larga salida en la que se lleva mas de 300 metros de línea. Llega un momento en el que el pescado que se debate en el abismo de las profundidades marinas, parece que se cansa por lo que Félix aprieta algo el freno del carrete. A veces este patina pero poco a poco va cobrando sedal, ayudándole manualmente el pescador.

Las salidas de línea y la lenta recogida se alternan, pero poco a poco aquel tremendo animal es izado del fondo. A bordo no tienen prisa. Es muy importante que el pescado al que suponen una enorme cherna llegue muy fatigado. Pronto se dan cuenta que debe ser otra cosa, por la gran resistencia que ofrece. En este momento el bicho tira inconteniblemente hacia abajo y mas cien metros de línea, ya recuperada, es cedida de nuevo.

El tiempo pasa rápidamente. Llevan ya dos horas de lucha. Ahora si que notan señales de cansancio en aquel animal. La caña sigue hecha un arco pero el carrete ayudado por Felix recoge línea de una manera regular llenando esta poco a poco el tambor del mismo. Cuando faltan 15 o 20 metros, Pepe asomado por la borda exclama: -¡Madre mía!.¿ Que es eso? ¡Es enorme! ¡Si es un tiburón..!

Eduardo impone la calma. Prepara dos bicheros previamente amarrados a puntos firmes de la borda. Se calzan Félix y él unos guantes Abre la portezuela de popa y pasa a la plataforma de baño. Felix aguanta como puede las tarascadas del bicho que ahora junto al barco se revuelve. Hábilmente Eduardo le clava con decisión el primer bichero en su amenazadora boca abierta y lo cede a Ignacio. En este momento el tiburón se revuelve y hace saltar espuma junto al barco. Eduardo toma el segundo bichero que le da Pepe y lo clava donde puede, cerca de la boca.
¡Tranquilos, ya está!- dice Eduardo. El animal, cansado, permanece ahora inerte junto a la plataforma de baño. Aunando sus esfuerzos y aprovechando las cabezadas suaves que la mar imprime al barco, poco a poco lo deslizan a través de la portezuela, a la cubierta del barco. Eso si atentos a la enorme boca abierta y a los coletazos de su enorme cola capaz de destrozar una pierna puesta a su alcance.

Están asombrados. Es distinto a todos los tiburones que conocen marrajos o tintoreras comunes en el Mediterráneo. Posteriormente Félix averigua que se trata de una cañabota, un tiburón de profundidad, pariente próximo del boquidulce. Tiene los ojos verdes, una única aleta dorsal muy cerca de la caudal, y unos dientes en la mandíbula inferior característicos en forma de peineta. Tiene además 6 hendiduras branquiales en vez de las 5 habituales en las demás especies de tiburones.

Aún pescan un rato más cuando el bicho se queda inmóvil y ellos se tranquilizan, consiguiendo otras chernas.

En la imagen, las chernas capturadas.

Ya es tarde, por lo que ponen rumbo al puerto. Anuncian su llegada para que un camión lleve la enorme cañabota a la nevera. Atracan ya de noche pero hay gran expectación en el muelle. Fue sin duda un récord mediterráneo en su clase y en esta pesca ya que la enorme cañabota pesó 250 kilos.

La enorme cañabota pesó 250 kilos. En la imagen, la llegada a puerto.

Años después, en un concurso de pesca lograron a bordo de otro barco la cañabota mas grande que se ha logrado en Torrevieja y que aún es récord local de pesca recreativa. Ver mas abajo.

Enorme cañabota, colgada de una grúa en las instalaciones del club.

Descripción

La cañabota gris Hexanchus griseus ) es una especie de tiburón de la familia Hexanchidae . Habita las aguas profundas. Sus seis aperturas branquiales a cada lado de la cabeza, más próximas entre sí en la zona ventral, indican que en efecto se trata de un escualo muy primitivo, pues las especies de tiburones más evolucionados presentan cinco aperturas branquiales.

La cañabota llega a medir hasta 4,8 m de longitud y pesar 590 kg -el mayor ejemplar capturado rondó los 800 kg-. Tiene un cuerpo robusto y la cabeza ancha y aplanada con el rostro corto y redondeado. La boca, ventral y redondeada, tiene los dientes de la mandíbula superior en una fila, y los de la mandíbula inferior, en 6 filas, con forma de peine.

Sus ojos son grandes, elípticos y verdosos, fluorescentes en vida y sin membrana nictitante, anteriores a la boca. Tiene una aleta dorsal atrasada, próxima a la caudal. Su color es pardo grisáceo o verdoso, con vientre más pálido y aletas oscuras, lo que le permite mimetizarse en las oscuras aguas de las profundidades. (Tomado de Wikipedia.org)

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