Considero, desde luego, que la pesca con caña y carrete es, con mucho, el procedimiento deportivo más apasionante que conozco para capturar un atún.
Nuestro equipo inicialmente, dada nuestra relativa inexperiencia y nuestro deseo de asegurar la pieza, era un poco "tosco" Se componía de una caña Penn International y carrete de la misma marca (un l30 ST de dos velocidades). Usábamos entonces una línea compuesta por 200 m de dacrón de l70 libras y 300 m de monofilamento Bayer del l50. Una y otra estaban unidas, como es habitual, embutiendo un par de metros de esta última dentro de aquella. Como terminal usábamos 4 metros de monofilamento del 200, con un anzuelo Mustad del 12 /0 bien afilado. Además, disponíamos de silla de combate, arnés, ganchos etc.
Con todo, pensamos un día, que sería muy interesante experimentar el método que siguen aquí en Torrevieja los profesionales y la mayoría de los pescadores deportivos, como es la pesca del atún gigante con línea de mano o “filaero,” según expresión local.
Para ello, invitamos a bordo de nuestra embarcación “Chambel” a un experto con sobrada experiencia con este tema. Se trataba de Pepe “ el bollero”, tal como era conocido en Torrevieja uno de sus pescadores más veteranos. ( En la foto de la portada, a la izda.)
Ese día, él mismo nos gestionó la adquisición de un par de cajas de alachas para el brumeo, a las que unimos, como cebo, un puñado de caballas bien frescas y un vivero con salpas y lisas.
Aquella madrugada del mes de Junio, soltamos amarras en el R.C. N. de Torrevieja, poniendo rumbo a la zona de pesca, distante tan solo 8 millas del faro y 4 de la cercana costa de Guardamar. En aquella época (y hablo de hace unos 12 años) el atún gigante abundaba en aguas de Torrevieja en tan solo 40 a 60 m. de sonda
Cuando estuvimos cerca, empezamos a rastrear con la sonda, especialmente en la banda de 5 a 30 metros de profundidad, ya que no es raro encontrarlos de esta manera. Para ello pusimos el barco a 3 o 4 nudos y empezamos a anguar tirando trozos de alacha cada 20 o 30 metros. En esta primera fase, de ordinario, colocábamos en la caña un terminal con una Rapala no flotante (el CD Magnum 18 con aspecto de caballa). Lo hacemos trabajar, con ayuda de un profundizador a unos 20 metros de la superficie y 30 de la popa del barco
De vez en cuando parábamos el barco para comprobar si teníamos algún atún en nuestro rastro. Tirando un buen puñado de trozos de alacha en torno al Chambel, veíamos si algún atún acudía a comer.
Aquel día no logramos que nos siguiera ninguno, por lo que después de dos o tres tentativas, dejamos el barco a la deriva y retiramos el Rapala, continuando con el anguado. Además, colocamos junto al costado del barco una bolsa con alachas machacadas. A continuación, calamos la caña encarnando por el lomo una buena salpa viva que rápidamente se alejó del barco, largando nosotros 40 o 50 metros de línea. Con este cebo habíamos logrado unos cuantos atunes en los últimos años.
El "filaero" o aparejo de mano para el atún gigante. Nuestro amigo Pepe el Bollero se fue a la proa con su aparejo. Este se compone de 300 metros de cabo trenzado de nylon de 6 mm. dispuesto cuidadosamente en espiras sobre una caja de plástico. El extremo de cabo que queda bajo, lo hace salir por un lado hacia arriba para anudarle una gran boya. Esta la sujeta por fuera de la borda con un sedal amarrado al barco y con un punto de ruptura de unos 30 kilos.
El otro extremo de la línea lleva un sólido quitavueltas en el que va enganchado un terminal de unos 40 metros de monofilamento del 200 provisto de un anzuelo Mustad recurvado del 12 o 14 /0. En el quitavueltas engancha, además, otra boya pequeña o una botella de plástico, que servirá de freno al atún en sus primeras acometidas. Esta boya queda en el agua a pocos metros del barco. U na vez largado el aparejo, este se sujeta al barco por una gaza a la que se anuda un pequeño trozo de nylon del 60 que se amarrará a su vez a la borda.
Este dispositivo servirá para clavar al atún en cuanto tire, y posteriormente, al romper el sedal que sujetaba la línea a la borda, aquella saldrá libremente. Si el atún fuera muy grande y no pudiese ser frenado, arrastraría al mar la segunda boya una vez rota su ligadura al barco.
Pepe cebó su anzuelo con una caballa y una alacha para tapar completamente el mismo. Y empezó la espera tensa e ilusionada…
Comentamos entonces, sobre la necesidad de ser muy prudente con este tipo de aparejos. Al atún en su primera huida, a 20 o 30 nudos de velocidad, no hay quien lo pare, sobre todo tratándose de ejemplares de l50 o 200 kilos como los dos últimos que habíamos pescado en el Chambel semanas atrás. Decíamos, que es muy arriesgado coger la línea en la primera arrancada del atún, ya que al salir con rapidez, puede que una espira de línea se cierre sobre la mano y tire un hombre al agua. Sabíamos de un accidente mortal, ocurrido en Carbonera hacía pocos años, por este motivo.
Emoción a bordo. La mañana transcurría plácidamente. De pronto notamos un trallazo en la línea de Pepe, al romper el sedal que la sujetaba a bordo, viendo al mismo tiempo como la pequeña boya que servía de flotador, se perdía en el azul del mar. El corazón se nos puso a cien. En dos saltos, Pepe, que estaba sentado con nosotros en la popa, estuvo junto a la silbante línea y al ver que se agotaba rápidamente, la agarró con las dos manos frenando en lo posible la huida del atún.
Me puse a su lado cogiéndole por la ropa, pues nuestro amigo, que no estaba dispuesto a soltar la segunda boya y a ceder todo el aparejo al mar, en ese instante tenía medio cuerpo fuera de la borda. Fueron momentos de gran ansiedad y emoción.
Rate encendió el motor y dando rápidamente avante, alivió la tensión del aparejo. Una vez agotada la primera carrera del atún, Pepe el “bollero” pudo cobrar línea poco a poco con gran esfuerzo.
Procurábamos adujarla con cuidado en su caja a medida que la recogíamos y en todo caso, manteníamos los pies lejos de la misma temiendo otra arrancada del atún, tal como sucedió. Esta fue mas corta y entonces tuvimos los demás la línea en la mano unos cuantos minutos. Desde luego es también muy emocionante, sentir directamente el empuje de este poderoso animal y ver como con un gran esfuerzo, logras traerlo poco a poco hacia el barco.
De vez en cuando, el atún hacía cortas escapadas pese a que Pepe, de nuevo con la línea en la mano, lo frenaba cuanto podía.Sus ásperas manos desnudas ardían, pero él apretaba con decisión dispuesto a acortar la faena. A los veinte minutos tuvimos a la vista el monofilamento y la boya que hacía de flotador y, unos minutos mas tarde, vimos platear el atún dando los giros que acostumbra cuando está casi vencido.
Preparamos dos grandes ganchos provistos de sendos cabos cuyos chicotes amarramos a la borda. Pepe tirando con fuerza logró poner al fin al atrun al alcance de los bicheros. Pude clavarle el primero cerca de la cola e inmediatamente, Carlos, que había estado tomando fotos de la faena, clavó certeramente el segundo cerca de las agallas. Seguidamente para más seguridad pasamos una lazada con un cabo fino por la cola.
Gozosos y relajados ya, después de la tensión nerviosa de los últimos momentos, mantuvimos el atún junto al barco hasta que ya no lo vimos respirar. Después, con ayuda de una grúa artesanal, lo izamos a bordo. La alegría de Pepe y de nosotros era enorme.
Nos abrazamos con júbilo y a continuación pusimos la proa al Club Náutico de Torrevieja en cuya báscula pudimos comprobar que aquel precioso animal pesaba l42 kilos. Bajo, mi hija Juli que nos esperaba en el muelle, posa con este precioso atún.
Publicado en la revista Pesca a bordo en 1996.