Publicado en Pesca a Bordo en 1999.
En portada cabrachos o gallinas logradas uno de los primeros días de pescar en nuestro "Gallinero".
Hace ya varios años, tuvimos la fortuna de descubrir un pesquero, probablemente inexplorado, al que por su abundancia en gallinas pusimos ese nombre. El cabracho o Scorpaena Scrofa, es conocida en nuestra zona con el nombre de gallina, llamando en Torrevieja, pollos, a la gallineta o Helicolenus dactylopterus. Es ésta, una pariente lejana del cabracho, y vive como sabemos en aguas mucho más profundas que este último.(Ver bajo)
Pues bien, según pudimos comprobar, en este gallinero, seguramente, ni los “viejos lobos de mar” profesionales habían echado sus redes, ni los mas astutos “zorros” deportivos habían invadido este “corral” con sus anzuelos. Lo hallamos por pura casualidad. Siempre que vamos a la pesca del atún gigante, rastreamos con la sonda toda la columna de agua, teniendo además conectada la alarma de pescado. Aquel día, pasábamos por una zona algo alejada de un roquedal submarino muy conocido . Nos llamó la atención la presencia de una pequeña roca que apenas se elevaba un metro del fondo fangoso que le rodeaba, pero que tenía manchitas amarillas que indicaban vegetación (probablemente gorgonias) con pequeños penachos azul claro de pescado pegado al piso. Como siempre, anotamos su posición en nuestro libro de a bordo,
Cuando terminó la temporada del atún, decidimos visitarlo. Aquel primer día, además de otras piezas, subimos a bordo nada menos que 6 gallinas añosas que pesaban entre dos y tres kilos cada una. Fuimos allá dos o 3 veces más, consiguiendo un total de 12 o l4 gallinas en un área de pesca de 10 a l5 metros por unos 40 o 50. La última vez, pescamos ejemplares pequeños que, tal como tenemos por costumbre, devolvimos al agua. A la vista de esto, decidimos dejar en paz el pesquero por lo menos un par de años. Este año volvimos allá de nuevo.
Con los primeros claros del día, soltamos amarras en el Club Náutico de Torrevieja. Vamos a bordo, Manolo, José Sebastián, Antonio el “barbas y yo. La mañana se presenta espléndida. Pese a los años que llevamos en el “oficio”, la alegría e ilusión se refleja en nuestras caras. Las luces de otros barcos deportivos nos acompañan mientras navegamos lentamente dentro de la bahía. Al sobrepasar la bocana, “metemos máquina” para despegarnos de posibles competidores y sobre todo para estar anclados cuando los primeros rayos del sol, atravesando las cristalinas aguas, empiecen a iluminar el fondo del mar despertando la actividad de sus criaturas. El pesquero está a unas escasas 10 millas. La mar está en calma y el “Chambel” se desliza rápidamente por lo que en unos 40 minutos estamos en la zona. Balizamos como siempre la pequeña mancha de pescado y echamos “el hierro”.
La plomada coloreada de Sebastián es la que primeramente toca el fondo. Los demás pescadores nos afanamos ultimando nuestros aparejos. Vemos que, al poco, José da un brusco tirón arqueándose a continuación la puntera de su caña. -! Debe ser bueno!- asegura. Antonio prepara el salabre. - !No es uno, son tres!- dice excitado. Brótola, serrano y vidriada. A todos nos regocija el lance, pues es indudable que hemos caído exactamente en el pequeño cantil.
Los toques menudean. Un vistazo rápido a la sonda que permanece conectada, nos indica que, incluso a unos metros por encima del fondo, han aparecido, además, grandes manchas de pescado que posteriormente comprobamos que son los reflejos de bandadas de jureles, chuclas y bogas. Escogemos una de estas y la encarnamos por el lomo en un robusto anzuelo del 4/0, empatillado en una camada de cable de acero de 40 libras. José coloca muy cerca del pescado vivo (y para hacerlo mas llamativo), un pequeño calamar de plástico muy rojo que se moverá al hacerlo la boga . Lastramos este aparejo con un plomo de 200 gr. y con ayuda de la robusta caña de 40 libras lo lanzamos algo alejado de las demás cañas para que no moleste, en busca de piezas grandes.
La pesca continúa. Van saliendo jureles, vidriadas, julias, serranos y algunos pargos y pajeles. Incluso una serviola de cerca del kilo se clava en el aparejo de mi caña al atacar un cebo en el instante de ser izado del fondo. Presenta una bonita defensa. José Sebastián está de suerte consiguiendo la única gallina que capturamos; y lo que es mejor, viene acompañada de una preciosa vidriada.
Una de las cañas preparadas con cebo vivo empieza a cabecear.o. No me equivoco en el diagnóstico. Se trata de un congrio de cerca de un par de kilos al que, una vez arriba, hábilmente encerramos en el arcón del pescado .
Antonio parece que se ha especializado en pargos y vidriadas pues lleva ya unas cuantas. Ahora ha cogido una realmente espectacular. Estoy seguro que no baja del medio kilo. Tiene 30 cm que es la talla máxima de la especie según algunos autores. A una como ésta, le calculé por los anillos de crecimiento de sus vértebras, de nueve a diez años, lo que también es indicativo de lo poco “ tocado” que está el pesquero.
La mar sigue en calma. El día es precioso . Gaviotas argénteas y las de Audouín de pico rojo, esperan pacientemente posadas cerca del barco que les tiremos algún trozo de carnada. Uno se siente feliz en este instante. Yo creo que en el Paraíso del pescador también habrá una mar y un cielo como éste…o debería haberlo. Jesús, el Pescador del mar de Tiberíades, debió preparar algo así allá arriba para sus íntimos amigos también pescadores.
Es ahora Manolo el que se pone en pie y tira con fuerza de su caña. Su cara, mas bien seria, muestra su regocijo.- !Este es muy gordo!- dice. Tras unos minutos apasionantes aparece en el agua una preciosa chirriola o lucerna que salabro cuidadosamente. Aun cogemos después unas cuantas chuclas y vidriadas.
Es la hora de volver al puerto. Ya de camino comentamos que hoy día desde luego hay que buscar las piedras pequeñas y los pequeños penachos de pescado. Los relieves mas abruptos y llamativos del fondo, están casi siempre esquilmados.
Hemos disfrutado de una buena mar y de una estupenda pesquera. No siempre es así, pero días como este hacen mantener viva la ilusión por este apasionante deporte.
Bajo: Nuestro compañero José Sebastián con una de las que conseguimos un par de años antes, en ese mismo lugar.
Torrevieja. Noviembre de 1998.
Publicado en Pesca a Bordo. 1999