Publicado en la revista Pesca a bordo.
El pez espada es una de las piezas favoritas para el pescador deportivo de altura, constituyendo su pesca selectiva un verdadero desafío, dadas la sagacidad del espada, su aguda visión y su extraordinaria fortaleza y resistencia. En esta ocasión, la suerte, unida a la habilidad de los pescadores, pudieron culminar lo increíble: hacerse con una gran emperador con una simple línea de volantín de mano
Ese día de primavera navegaba el “Chambel” rumbo a Torrevieja. Habíamos estado pescando a unas millas al este del Cabo de Santa Pola sobre un barco hundido, cuando divisamos por la proa un par de barcos pescando en una zona conocida como la “ roca Bonmatí” situada a 8 millas al 140º de Santa Pola.
Al pasar cerca de uno de ellos, el llamado “Marina II”, sus tripulantes nos mostraron jubilosos un precioso emperador, aún vivo, que acababan de capturar. Les hice una foto y a los pocos días llamé al patrón del “ Marina II”, Manolo Lidueña. Tuvo la gentileza de explicarme con todo detalle su extraordinaria aventura. Posteriormente, conocí a todos ellos en el R.C.N. de Torrevieja donde pude ver algunas imágenes en vídeo y unas fotos de la captura del pez espada.
"Aquel día –me contaron Daniel y Manolo- habían llegado a la roca Bonmatí a las 8 de la mañana. Estaban muy entretenidos pescando besugos con líneas de mano del 0´90 mm. provistas de aparejos terminales del 0´60. Pescaban sobre un fondo rocoso con sonda de 62 m. A bordo iban con éllos, Jose Pérez y el amigo “Chambi”. Cerca del “Marina II”, se fondeaba poco después el “Mares de Elián”, también de Santa Pola, y que fue testigo excepcional de la faena.
Al poco de llegar, Manolo clava un besugo y empieza a subirlo. De pronto, una fuerza brutal le tira de su sedal que tiene que ceder rápidamente desenrrollándose velozmente de la paneta de corcho que tiene en cubierta. A pesar de que le quema entre los dedos al salir, Manolo no suelta la línea tratando de frenar la huída de aquel monstruo. En ese instante, su compañero Daniel, exclama -¡Va liado con mi línea!- Efectivamente, su volantín sale rápidamente al mismo tiempo que el de Manolo.
No saben qué clase de animal lucha desesperadamente por su vida.
A los pocos minutos, Lidueña exclama- ¡Lo he perdido!- Pero Daniel comprueba que el “bicho” tira de su aparejo como un toro, saliendo ahora su sedal más rápidamente. Hay gritos y emoción a bordo a raudales, pero pronto se organizan y preparan otra línea de volantín, ya que los 150 metros que contenía la paneta se está agotando. Empalman las 2 líneas con lo que tienen otros 150 m de reserva. El lógico temor de todos es que “ aquello” rompa también el 2º aparejo. El pescado nada en profundidad y saca velozmente casi el resto de los 300 metros disponibles. Poco después empieza a dar algunas señales de cansancio. Daniel puede cobrar ahora unos pocos metros de línea que debe ceder casi al momento. La faena se prolonga hora tras hora. Las carreras del animal, aunque cada vez mas cortas, se repiten una y otra vez. A la una de la tarde, después de 4 largas horas de lucha, logran cobrar todo el segundo volantín y mas de 100 m. del primero. Notan que las salidas del sedal son menos rápidas, pero pronto se dan cuenta que es casi imposible hacerlo subir. Logran acercarlo a la vertical del barco viendo su imagen en la sonda a unos 30 metros.
Llega un momento - según me contaba Daniel- que desea que todo termine de un modo u otro. Y entonces empieza un largo martirio también para la tripulación, ya que cansados y con gran ansiedad, temen ahora mas que nunca que el pescado se pierda. Y es que comprueban alarmados, por la trayectoria de línea en el agua, que el animal ha debido dar alguna vuelta al cabo de fondeo. Rápidamente se van a proa y pasan una y otra vez la línea y paneta alrededor del cabo intentando deshacer las vueltas. La suerte de nuevo les sonríe pues, contra toda lógica, logran deshacer aquellas. El pescado debe estar ya muy fatigado, ya no tiene fuerzas sacar más línea cuando ésta queda libre del enredo. Lo ven intermitentemente en la sonda entre 25 y 30 metros, pero comprueban que les resulta materialmente imposible elevarlo desde esa profundidad hasta la superficie. No quieren forzar más el aparejo tirando entre varios. Ya han tenido una inmensa suerte hasta el momento y no es cosa de tentarla más.
Entonces el patrón tiene una idea que rápidamente pone en práctica.
Recuerda que a bordo tiene una potera plomada de 300 gramos de peso que emplean para recuperar aparejos o el cabo. La ligan a una línea del 150. Medio metro por encima de la potera y mediante una gaza, sujetan un robusto llavero que permite pasar la línea de pesca a su través.
El procedimiento puede que no sea muy deportivo pero piensan que de todos modos, si pierden ahora el pescado se irá al fondo como un plomo ya que está prácticamente muerto. Arrojan al agua su artilugio. Con ello, la potera se desliza hacia abajo, a lo largo de línea de pesca, arrastrando el nuevo sedal del 150. Cuando éste se queda flojo suponen que la anilla ha llegado a la cabeza del pescado y que por debajo de él, debe estar la potera. Nuevamente la suerte les sonríe, (guiada indudablemente por el ingenio del pescador). A los pocos tirones de la línea auxiliar, logran hacer presa con la potera y poco a poco elevan el pescado. Inclinados todos por la borda, ven aparecer primero una silueta alargada y plateada difuminada por el azul de las aguas. Alguien lo identifica.
- ¡Es un emperador! –grita jubiloso. Con gran cuidado lo acercan al barco donde lo embicheran y atan para izarlo por fin, al cabo de 5 largas horas, a la cubierta del barco.
La alegría estalla a bordo. ¡Es precioso y gigantesco! Comprueban entonces que la línea estaba anudada entorno a su cuerpo a nivel de su aleta dorsal y agallas. Quizás por esto ofreció tanta resistencia en los metros finales. "
Nota del autor: Actualmente no está permitida su captura al pescador recreativo.