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Por Andrés Javaloy
1 de septiembre de 2017

Curricán costero. Tras llampugas y bacoretas

Aquella mañana de otoño habíamos salido a pescar invitados por mi primo David, a bordo del “Pataty” . Unos días antes, a unas 5 millas de Torrevieja cerca de una barra rocosa sumergida a 55 metros de profundidad, llamada “el carrilón”,  habíamos encontrado bandadas de llampugas de kilo a kilo y medio y habíamos tenido un par de picadas de grandes bacoretas.

Me gusta pescar al “curri”costero con cañas ligeras  de grafito de 2 a 3 metros provistas de  carretes de tambor fijo. Son las mismas que empleamos para la pesca a fondo con aparejo de volantín. Encuentro así mas divertido el lance. De ordinario calamos una a popa un poco mas gruesa de 1,80 m.  y de 200 gr. de acción que lleva un carrete Daiwa  grande y 300 m. de línea  trenzada del 0,23. El aparejo terminal al que precede un plomo ahusado de 100 gr. y un emerillón, es monofilamento del 0,60  y tiene 5 metros de largo. En su extremo va una rapala Rh de 9 cm. sumergible. Las otras dos cañas, colocadas a ambos lados del barco, tienen  carretes Shimano 8000 con 200 m de sedal más fino. Sus aparejos tienen solo un par de metros para permitir abatir  el pescado hasta el final a punta de caña. También en estas, un pequeño plomo ahusado precede al quitavueltas que une el aparejo a la línea. Los señuelos son dos o 3 pulpitos rojos de vinilo de 6 cm. plomados en su interior.

  Aparte de éstas, en esa ocasión llevábamos preparadas un par de cañas finas con monofilamento del 0,35 y  terminal del 0,40 con un solo anzuelo en el que iría una pequeña sardina pasada por el ojo que calaríamos a barco parado cuando encontráramos las llampugas.

  Un poco antes de salir el sol, el GPS y la sonda nos indicó que estábamos en la zona elegida. La mar estaba muy buena y solamente una fresca brisa de tierra rizaba su superficie. En la pantalla de la sonda aparecían de vez en cuando bancos de peces cerca de las piedras del fondo. David puso ahora el barco a una velocidad de unos 5 a 6 nudos.  Conectó  el piloto automático a  rumbo 180º para recorrer  el sistema rocoso submarino que va de norte a sur a lo largo de unas 15 millas. Según los oceanógrafos ese acantilado sumergido que se eleva desde los 60 metros hasta los 54, correspondería a la línea de costa durante una de las glaciaciones del Cuaternario  hace al menos 6 a 8 mil años.

Al poco, la caña de babor se curvó hacia atrás y el carrete soltó línea con un apagado chirrido.

-¡Ya lo tenemos! ¡Para el barco David!-gritó Antonio

A unos 100 metros vimos el espectacular salto de una hermosa  llampuga que defendía su vida corriendo rápidamente cerca de la superficie asomando a veces por encima del agua su larga aleta dorsal que arranca como una cimera desde lo alto de su cabeza. Al verla, rápidamente retiramos las otras dos cañas.

Antonio  trabajó al pescado lentamente dada la finura del sedal. Así nos daba tiempo, además,  a calar la cañas previamente preparadas para esta ocasión. Dejé caer al agua mi fino aparejo con un anzuelo y una sardinita, largando sedal para simular un pez herido cayendo hacia el fondo. Pronto tuvimos a la vista 4 o 5 llampugas que acompañaban de cerca a la prendida por Antonio.

Vi cómo una de ellas se lanzaba sobre mi cebo, lo tomaba y corría a continuación como un expreso mostrando a través de las cristalinas aguas su llamativo color azul verdoso. Antonio echó la suya bordo y al izarla, la llampuga  se revolvió con furia haciendo muy difícil el desanzuelado y armando de paso un revoltijo con las distintos señuelos del aparejo. David caló otra caña con cebo natural y pronto entró en combate con otra llampuga. En pocos minutos pudimos hacernos con un buen puñado de ellas de kilo a kilo y medio.

Poco después dimos avante de nuevo. Aprovechamos un pausa para dar cuenta de los bocadillos que el patrón nos había preparado. Aun no habíamos terminado de almorzar cuando la caña mas dura, colocada al alcance del timonel dentro de la patronera, empezó a soltar línea poniéndose hecha un arco. David me la cedió mientras dejaba el barco al ralentí. Un pescado poderoso tiraba esta vez hacia la profundidad.!Debía de ser muy grande!

-¡Aprieta más el freno que te vacía el carrete!- me dijo Antonio. Así lo hice y durante 7 a 8 minutos luché  con un bravo animal que una vez rendido terminó dentro de la red del gran salabre de a bordo.!Era una hermosa bacoreta de un tamaño igual a las que picaron la semana pasada! ¡Tendría por lo menos 5 kilos!

El patrón marcó en la pantalla del plotter el sitio de la captura.

Al empezar a navegar de nuevo más rápido, y largar los curricanes, vi en la pantalla de la sonda la imagen de un grupo de bacoretas y atunes jóvenes a unos 5 a 15 metros de la superficie, cosa que confirmamos al asomarnos por la borda. Instantes después otra vez el carrete de  la caña central, la que llevaba la rapala roja y nácar, acusó la picada. Resultó ser otra preciosa bacoreta  cuyo combate  David había  cedido generosamente, esta vez a Antonio.

Era ya mediodía por lo que pusimos proa al puerto. Antes de llegar otra pequeña bacoreta de algo mas de medio kilo picó en el mismo señuelo

A los pocos días una  traíña cercaba, más de dos toneladas de grandes bacoretas, capturando, pese a los rotos de la red,  mas de mil kilos. Como es lógico ya no las volvimos a encontrar en nuestras siguientes salidas. El resto del banco había buscado aguas menos peligrosas .!Quizás al año que viene volvamos a verlas por aquí..¡

 

A..Javaloy. Otoño de 2001

 

 

 

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