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Por Andrés Javaloy
15 de julio de 2012

Curricán a vela Baleares 2012

Curricán a vela en Baleares a bordo del Kapy.2012

Colaboración especial de Jaime Javaloy y José A. Callado

El Curricán a vela se practicó antaño en España en la pesca profesional, especialmente en la cornisa Cantábrica tras el bonito del norte. De hecho, el término pesca "a la cacea" viene del vocabulario marinero "cazar la vela" o tensarla para presentarla mejor al viento. Pero pocas veces las revistas deportivas presentan en la actualidad esta modalidad de pesca practicada algunas veces por embarcaciones recreativas. Esta es la pequeña historia de unas felices singladuras contadas por el protagonista, mi hijo Jaime Javaloy.

A las 7 de la tarde de aquel día de primeros de julio soltamos amarras en el bonito y abrigado puerto natural de Mahón. Todo el gran canal que lo forma, da cabida a pequeños islotes, estando su ribera adornada de pinadas y de villas típicas lamidas casi por las aguas del Mediterráneo.
A estribor habíamos dejado esta acogedora ciudad en la que nos habíamos detenido unos días en espera de un parte metereológico adecuado para hacer nuestras primera y gran singladura por aguas mediterráneas. Atrás quedaban los días de navegación desde Alicante a Formentera y luego desde ésta a Mahón. A babor teníamos ahora la isla de la Mola y la fortaleza de Isabel II cerca de la entrada de este magnífico refugio natural.

Una agradable brisa del NO hinchaba nuestra mayor y la gran génova impulsando al “KAPY.”, un Bavaria de 41 pies, a una velocidad aproximada de 6 nudos.
Pronto preparamos nuestros aparejos de curri. Nos habían asegurado que el mar balear, especialmente la zona al este de Menorca, así como también la zona marítima de Cerdeña, podían ser un paraíso para el pescador de curricán.

Cañas y aparejos

Mientras que mi compañero, José A. Callado “El Kapi” tensaba las escotas y amarinaba el barco para que portara mejor, armé las cañas que tenía plegadas en el cofre de cubierta. Eran dos cañas de 50 libras de potencia, provistas de 2 carretes Shimano de igual potencia forrados con 400 m. de línea de 30 libras.
Éramos bastante inexpertos en este tema, por lo que nos dejamos aconsejar por mi padre, Andrés Javaloy, veterano pescador y colaborador de Pesca a Bordo y por nuestro amable proveedor y también colaborador de esa revista Daniel Rotea de la firma Fishright.com.
En una de las cañas prendimos el aparejo terminal hecho con Invisiline de 0,9 y de una potencia de 80 libras, con un pequeño rapala de 11 cm de color azul y nácar.
En la otra enganché otro aparejo con un estilizado pez artificial de color rojo y blanco de 19 cm, el Laserpro, que trabaja perfectamente a velocidades de hasta 9 nudos y que sería como veremos mas adelante el verdadero protagonista de esta historia de pesca. Ver distintos modelos mas abajo

 

Una vez calados los aparejos pusimos las cañas alojadas en sendos cañeros, no sin antes asegurarlas, mediante un pequeño cabo y mosquetones, al estar de popa.
Dany nos había calibrado el freno dejando un margen de seguridad de un tercio del punto de ruptura de la línea es decir, que empezaba a salir ante una fuerza de unos 7 a 8 kilos, aconsejándonos dada nuestra inexperiencia que “no tocáramos el freno” para evitar la ruptura de la línea.

Navegando hacia Cerdeña

Ante nosotros 180 millas de mar libre que pensábamos cubrir en unas 36 a 38 horas a una velocidad media de 5 a 6 nudos, dado el poco viento que estaba previsto para casi toda la travesía. La mar estaba preciosa y el “KAPY” se deslizaba en silencio, solo interrumpido por el rumor del viento en la lona y el graznido de alguna escandalosa gaviota que nos sobrevolaba.

Habíamos pescado ya alguna albacora de 5 o 6 kilos entre Mallorca y Menorca, entrando la mayoría a nuestro gran señuelo Laserpro y alguna a la pequeña rapala pero nuestra ilusión era conseguir algún atún de los que pueblan en estas fechas las aguas del mar de Cerdeña.

Jaime Javaloy a la caña con la emoción y la alegría de la picada.
La emoción y alegría de la picada

A la puesta de sol cuando estábamos a unas 18 millas de Menorca, volvimos a tocar un par de albacoras. Es noche, como tantas otras en nuestro viaje.... volvimos a cenar a base de la exquisita albacora a la plancha “no fresca…sino casi viva!”.
Después de cenar gozamos de la tranquila navegación en un mar casi en calma, distribuimos las guardias de 4 horas y me eché abrigado en cubierta.
El amanecer nos sorprendió en una zona donde el veril caía rápidamente desde los 800 a los dos mil metros. Fue entonces cuando nuestro Shimano empezó a sonar con estridencia al tiempo que la caña de estribor se ponía hecha un arco. Era de nuevo la caña que llevaba la laserpro.

Me coloqué rápidamente la “pancera” o delantal de combate, en cuyo tintero alojé el extremo de la caña.
¡Como tiraba aquel bicho....! Hizo primero una larga carrera en la que nos sacaría al menos 300 metros. Al aflojar la tensión el pescado, pude cobrar algo de línea a base de “bombear” tal como nos habían explicado. Al poco el animal, algo repuesto, iniciaba su segunda carrera llevándose de nuevo casi tanto sedal como en su primera salida.

Los dos, el Kapi y yo, estábamos algo nerviosos, pues sabíamos que aquello no era del tamaño de las albacoras de 6 a 7 kilos con las que ya nos habíamos enfrentado días pasados.

El Kapi amolló escotas y puso en marcha el motor, para poder actuar adecuadamente al acercar el pescado al espejo de popa. Precisamente una de las ventajas de los veleros modernos es su facilidad de maniobras desde la bañera, dominando en todo momento el barco durante la faena, teniendo el patrón siempre el pescado a la vista, especialmente en los instantes finales de aproximación de la pieza.

Después de 45 tensos y emocionantes minutos, pude acercar el pescado a popa. Ya estaba vencido y veíamos platear su costado, arrastrándole fácilmente al virar yo con fuerza la manivela de nuestro Shimano.

El Kapi puso el piloto automático, aflojó al mínimo la marcha del barco, cogió el terminal y el bichero y no sin esfuerzo lo subimos a bordo.
¡Era un precioso atún que dio en el peso de a bordo, nada menos que 18 kilos. El Kapi y yo nos abrazamos exultantes de alegría. Era nuestro primer gran triunfo en este bonito deporte, triunfo que probablemente nos engancharía en el futuro a esta modalidad de pesca. ¡Ese día lo recordaríamos siempre!.
Pero fue mas tarde, como ya veremos mas adelante, a la vuelta de la preciosa “Sardegna,”cuando nos enfrentaríamos con un verdadero titán de estas aguas.

Aún capturamos antes de llegar a Cerdeña 4 albacoras de 6 a 9 kilos. Nuestra nevera estaba a tope, por lo que el Kapi abrió alguna albacora y la puso a salar, para posteriormente, colgarlas al sol y al viento de los estays y obenques.

Estancia en Cerdeña

Llegamos, según lo previsto, a primeras horas de la mañana después de unas 36 horas de navegación. Fondeamos unos días en una preciosa cala al norte de la isla al redoso del pequeño islote de Assinara, ya que al poco de llegar un fuerte viento del NO nos impidió como era nuestro propósito contornear la isla, cuyo interior visitamos los días siguientes junto con María Teresa mi mujer, y la del Kapi que habían alcanzado la isla vía aérea. José Luis (veterano pescador) y Marilo también se nos unieron entonces.
En aguas costeras de Cerdeña capturamos unas cuantas melvas al curri, y pudimos disfrutar también de jornadas de buceo en las transparentes y ricas aguas de la isla bien pobladas de peces.

Desde España, mi padre y el hijo del Kapi nos informaban a diario de la evolución del tiempo y de la predicción para alta mar de la zona de Cerdeña y Menorca, con objeto de planear cuidadosamente nuestro día de vuelta, con objeto de intentar tener una agradable travesía de regreso tal como la tuvimos en la venida, huyendo de los temibles vientos del NO que a veces azotan estas aguas.

Hacia España

Nos hicimos a la mar de nuevo, rumbo a España, después de 5 días de estancia en la isla, con una buena predicción de tiempo. Salimos esta vez a las 7 de la tarde, para llegar a las zonas calientes (a unas 50 o 60 millas de las costas de Cerdeña o Menorca a los amaneceres o a las puestas del sol. De hecho tuvimos 2 ortos y dos ocasos mientras navegamos y fueron en esas horas cuando tuvimos mas picadas.

Cuando estábamos a unas 60 millas de Cerdeña nos enfrentamos de nuevo con un gran atún. Atacó un gran pulpo de cabeza de vinilo y falda de plumas de color morado y plateado.

Esta vez le tocó al Kapi pelearlo y lo hizo con habilidad, fuerza y paciencia porque el bicho le tuvo ocupado algo más de dos horas y media. En la primera carrera el atún casi vació el carrete, tanto que una vez conectado el motor tuve que dar atrás rápidamente para que el Kapi pudiera recuperar algo de línea.
Varias veces lo trajo cerca del barco y otras tantas se alejó haciendo chirriar estrepitosamente la chicharra del carrete. Al poco vimos saltar otros atunes, que parecían querer acompañar al que teníamos prendido del anzuelo. De hecho cuando el nuestro se largaba los veíamos saltar lejos de nosotros, acercándose todo el banco cuando lo peleaba el Kapi cerca del barco. Después de una emocionante lucha tuvimos a nuestro alcance el aparejo terminal.
El atún era tremendo y pesaría entre 50 y 60 kilos. Era precioso y parecía ya vencido. De pronto, dio un brusco coletazo en la superficie y un fuerte tirón, partiéndose con un chasquido la línea, faltando, como luego veremos, por el nudo del mosquetón.
Nos quedamos helados, pero pronto nos olvidamos pues nos aguardaban aún otras fuertes emociones con otros atunes de doce o trece kilos y unas cuantas albacoras, antes de llegar a las costas de Menorca.
En resumen un viaje agradabilísimo e inolvidable junto a una magnífica pesquera, para estos modestos aficionados a la navegación y desde entonces a la pesca al curricán a vela.

Dos pensamientos acuden con frecuencia a mi mente durante las tediosas horas de la “vuelta a la rutina cotidiana” cuando recuerdo la travesía.
El primero es para el gran atún: “ojalá pudieras liberarte de la rapala y seguir cazando en aquél precioso mar (fuiste mejor que nosotros y nos venciste…¡que tengas suerte!)”. 

El segundo es una reflexión ecológica: el Mediterráneo revienta de vida en zonas tan alejadas que resultan de difícil o incómodo acceso la gran mayoría de insaciables exterminadores. Sólo una pesca deportiva responsable y una regulación legal estricta para profesionales de altura y bajura mantendrá estables poblaciones de especies que, hoy por hoy, comienzan a abandonar nuestras costas.

 

La mejor pieza picó en una Laser pro.

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