1950 .La sepia (Sepia officinalis), llamada también choco o jibia, es un molusco decápodo bien conocido. Su cuerpo aplanado tiene en su interior, como es sabido, un esqueleto con aspecto de barquilla. Cuando quiere ocultarse o está cazando, se camufla y toma el color del fondo en el que se posa (mimetismo).
Cuando está a pequeña distancia de su presa, le lanza rápidamente sus dos largas patas prensoras, dotadas de ventosas adherentes.
Cuando huye, lo hace impulsándose hacia atrás mediante un chorro de agua que lanza por un sifón que asoma junto a la cabeza, al tiempo que proyecta un denso chorro de tinta para ocultarse de sus enemigos.
Alcanza una edad máxima de 30 meses y un tamaño de su cuerpo (o capa) de 35 cm, con un peso que sobrepasa el kilo y medio.
En aguas australianas existe una variedad de sepia gigante (S. apama) que alcanza los 5 kilos.
Su freza tiene lugar en los meses fríos de febrero y marzo.
El macho posee una pata especial llamada hectotilo (adaptada como si fuera un pene), con la que introduce un cápsula de semen en una bolsa receptora de la hembra. Una vez fecundados los huevos se realiza la puesta adosando, en algas o cavidades rocosas, racimos de huevos gelatinosos, (negruzcos por la tinta que contienen), que tienen un tamaño de 1,5 cm. Por su aspecto se conocen como uvas de mar. A los 2 meses saldrán embriones de 50 mm.
Comparte su hábitat con pageles y también con pulpos y calamares capturándose, conjuntamente con estos últimos, mediante las clásicas poteras o los modernos "pajaritos" o Squid hunters.
Otro curioso modo de conseguirlas en los meses de freza es pescando la sepia con reclamo utilizando para ello una hembra en celo. Esta clase de pesca, tradicional desde antaño en Torrevieja, aún tiene muchos adeptos . Se practica precisamente durante los meses de diciembre a febrero que es cuando se reproducen- Ver bajo
No es fácil distinguir los machos de las hembras.
Según los expertos, aunque tienen un colorido variado y cambiante como los machos, las hembras presentan unas manchas ovaladas blancas en su capa, que se hacen mas estrechas en el macho, tomando así este último un aspecto atigrado, especialmente cuando están en celo. La piel de los machos, al contraerse, forma unos salientes rugosos mas apreciables.
Me aseguraba Valentín Rojas, un experto local en este tipo de pesca, que la hembra en celo tiene unas manchas rojizas, junto al sifón propulsor, que la caracterizan.
Para capturar las hembras que servirán de señuelo, los aficionados utilizan dos procedimientos. Uno es buscarlas pacientemente recorriendo las orillas de los muelles, ya que a menudo, en sus paredes sumergidas y en poca profundidad, se les puede encontrar camufladas entre la vegetación acechando a sus presas.
Entonces con un poco de habilidad, y metiendo el salabre por la parte trasera de su cuerpo (huyen hacia atrás cuando se asustan), puede que se metan ellas mismas en la trampa.
Hay otro insólito método utilizado desde antaño por los pescadores torrevejenses que es realmente efectivo y que conocí por primera vez de manos del “tío Carral” Consiste en remolcar lentamente a metro y medio de un bote de remos, una o dos barquillas de madera en las que hay incrustados por su parte externa sendos trozos de espejo.
Al pasar las barquillas cerca de las sepias, es fácil que alguna de ellas acuda al engaño, y al verse reflejada, tome su imagen por una competidora. El pescador entonces, dejándola aproximarse lo mas posible, con un poco de suerte y metiendo como siempre el salabre por detrás, logrará hacerse con alguna hembra.
Ya con una o dos hembras vivas en un balde, se sujeta una de ellas por la punta del manto con uno o dos anzuelos ligados a una línea fina que se amarra a la popa. Entonces se pasea lentamente, a corta distancia del bote, por sitios querenciosos y poco profundos o por las orillas de los muelles o escollera. La mejores horas son las que preceden a la salida del sol y después del ocaso.
La sepia es capaz de emitir una tenue luz fosforescente por la parte inferior de su manto que es captada por los machos. A menudo son varios, los que subiendo desde el fondo, se acercan lentamente ondulando la aleta que rodea su cuerpo y presentando su piel, el aspecto atigrado que los caracteriza.
Dice Valentín Rojas, contramaestre del Club, que son instantes realmente emocionantes cuando se ve, con la ayuda de una linterna, al grupo de machos rodeando el bote, cada vez más próximos... Entonces se entabla, según los expertos, un verdadero diálogo entre las sepias mediante cambios en la coloración y actitud de la patas.
Pronto alguno mas decidido o mas ardiente capta la receptividad de la hembra, y se le acerca mas; luego al sentirse aceptado, de un modo impulsivo le abraza por la cabeza y cuello.
Es entonces cuando el pescador mete a los dos en el salabre... La única precaución ahora, al subirlas a bordo,es apartarse del indignado galán, que hará todo lo posible por descargar su ira y su tinta en el desconsiderado pescador que ha interrumpido alevosamente sus amores.