¿Suicidio del atún?
Aquel día, ya lejano de la primavera de 1994, la “María de las Nieves” rastreaba pacientemente su área de pesca en busca del atún, navegando lentamente a pocas millas de Torrevieja. Seano, el patrón, miraba de vez en cuando la sonda por si aparecían en pantalla las típicas y aisladas marcas en v invertida que señalan la presencia del atún. Pepe lanzaba de vez en cuando hacia la proa una alacha
Entonces adivinaron su presencia... No lejos de la estela del barco, en la superficie en calma de la mar, vieron un borbollón en el agua como si aflorara allí, momentáneamente, una corriente submarina.
Sabían, por otras veces, que ese movimiento inusitado en la superficie estaba producido por la vigorosa aleta caudal del atún al irse al fondo, después de atrapar una de las alachas del brumeo.
Pararon el barco y echaron un buen puñado de alachas- ¡ No es uno! ¡Hay por lo menos 4 o 5! –dijo Raúl excitado.
Rápidamente echaron al agua su aparejo de mano. Este se componía de un cordel fino de nylon de unos 500 metros de largo, cuidadosamente adujado en un capazo, dotado un fuerte quitavueltas y unos 30 metros de monofilamento del 1´8 mm de grosor dotado de un robusto anzuelo Mustad del 12 / 0.
Encarnaron una alacha y largaron unos 25 m de sedal. En el mosquetón ligaron una pequeña boya para frenar la carrera del atún, fijando la línea al costado del barco con un pequeño trozo de sedal de 0,6 mm.
Durante una hora larga los atunes iban y venían alrededor del barco atrapando de vez en cuando una alacha pero evitando la encarnada en el anzuelo. Al fin lo hicieron picar, utilizando esta vez una caballa que arrojaron junto a un montón de pequeños trozos de alacha.
Uno de los atunes, gordo como un barril, se dirigió al punto hacia allí. Tomó el cebo y se alejó despacio con el en la boca. La línea salió suavemente hasta que con un chasquido seco se rompió el sedal fino que sujetaba la pequeña boya al costado del barco.
Al sentirse sujeto por el anzuelo, la lenta salida de la línea se transformó en una desenfrenada carrera, calculando Seano que en menos de un minuto el atún se había llevado mas de 400 metros de línea, arrastrando con ella la pequeña boya que al poco se perdía bajo de la superficie del mar.
De pronto la línea dejó de salir. ¡Lo hemos perdido! -aseguró Pepe-. Seano empezó a recoger rápidamente por si el atún se dirigía en ese momento hacia el barco, dándose cuenta enseguida que en el extremo del aparejo había algo pesado pero que se dejaba arrastrar lentamente.
Poco a poco recogieron los muchos metros de sedal hasta que por fin lo vieron platear allá abajo en la profundidad. Poco después, sin una carrera más y dejándose levantar pesadamente, era enganchado el atún con dos bicheros. Después, al no poder izarlo a bordo, fue remolcado hasta el puerto cercano.
¡Habían pasado tan sólo 7 u 8 minutos desde que el atún picó hasta que lo ganchearon al costado del barco! No salían de su asombro porque el animal, -un precioso ejemplar que dio en el peso 140 kilos- había sido abatido en un tiempo realmente increíble.
La opinión mas generalizada, por parte de pescadores profesionales y deportivos, fue la de que el atún, excitado por el dolor producido por el anzuelo en su boca, había buscado atropelladamente el fondo para desprenderse del anzuelo estrellándose entonces en él, o que, alocado, se había arrojado intencionadamente contra el fondo suicidándose.
La realidad es que, según los biólogos, no hay en el mundo animal ninguna conducta autodestructiva semejante que haya sido realmente comprobada. Y este atún precisamente, no tenía señal alguna en el morro o cabeza que indicara que se había estrellado con o sin intención en el fondo del mar.
La realidad es que, según los biólogos, no hay en el mundo animal ninguna conducta autodestructiva semejante que haya sido realmente comprobada. Y este atún precisamente, como he dicho no presentaba la mas minima sospecha de lesión en su cabeza.
En enero del 2003, precisamente en la atormentada costa de Galicia, unas 30 orcas bastardas de mas de mil kilos de peso, se vararon en las rocas de Burela no pudiendo retornarlas al mar-Ver bajo
Se descartó en esta ocasión la relación de este hecho con los vertidos del “Prestige”. Fenómenos como este se han repetido con cierta frecuencia en playas de Australia y de Méjico.
Sin embargo, la tesis de suicidio colectivo no ha sido tomado en consideración por los científicos. Hay una multitud de explicaciones dadas por los biólogos, después de estudiar los cadáveres de estos mamíferos marinos.
La mas aceptada es la de que, enfermo o lesionado en su cuerpo - y especialmente su oído interno por virus o parásitos-, el delfín o calderón que hace de jefe se desorienta interpretando falsamente los datos de ecolocación de las señales acústicas que emite, especialmente distorsionadas por las aguas someras. Dada la fuerte estructura social que presentan estos odontocetos, todo el grupo seguiría al jefe, ocasionando varadas masivas.
Clásicamente se cuentan dos conductas animales que se interpretaron como suicidios. El alacrán al verse rodeado de fuego, hundiría su aguijón en su cuerpo para matarse.
No es así por supuesto. Su cuerpo se contrae con la cercanía de aquel y parece que se quiere clavar el aguijón, para cuyo veneno, por otra parte, resulta inmune. Otra conducta, aparentemente suicida narrada por cazadores y ocurrida en las montañas de del norte de América en 1870, fue la muerte de miles de búfalos a los que los cazadores asombrados vieron despeñarse por un acantilado. La explicación es probablemente parecida a la dada para los delfines.
Es sabido que el atún se alimenta casi continuamente calculándose que uno de unos 200 kilos puede ingerir hasta 60 kilos al día de sardinas o arenques ( unas 66.000 calorías o unas 15 veces las necesarias para que un robusto minero desarrolle su pesada labor).
Su apetito insaciable abarca desde peces del nécton como caballas o los ya nombrados arenques o boquerones a pequeños crustáceos o incluso brótolas, gallinetas o sables del fondo marino.
Ello, la forma hidrodinámica de este túnido, su piel dura y lisa dotada de escamas pequeñas y de mucus le hacen capaz de nadar, como se ha comprobado en atunes marcados, 2.500 millas en un mes o de alcanzar una velocidad punta de mas de 35 nudos. Esta solo es superada por el pez espada que aunque es capaz de nadar durante breves momentos incluso a 60 nudos, es incapaz de mantener la velocidad de crucero de un atún rojo.
El apetito insaciable del atún es motivado por su especial fisiología. Es mas pesado que el agua que le rodea dados sus músculos compactos y la pequeñez de su vejiga natatoria. Por ello y para poder respirar debe nadar constantemente.
El especial metabolismo del atún y su nutrición le permite mantener como es sabido una temperatura corporal superior a diez grados a la del medio marino en el que habita, siendo posible, además, aumentar desde los 4 a 5 kilos que pesa al año, hasta alcanzar, en unos 18 años, mas de 3 metros y 649 kilos de peso, tal como el que consiguió Ken Frazer en 1979 - aún récord mundial de pesca con caña y carrete-.
¿Qué es lo que realmente sucede para que un vigoroso atún con la reserva energética que tiene pueda morir en unos pocos minutos?
En el año 2002 en Jerez, en unos campeonatos, se produjo la muerte de dos caballos famosos de carreras en plena competición. Entre los deportistas de élite ( baloncesto, carrera etc), alguna vez, víctimas del esfuerzo y la tensión emocional, se les ha visto desplomarse e incluso excepcionalmente morir. Situaciones de estrés y pánico, unidas a gran esfuerzo físico también han provocado a veces la muerte del ser humano.
El atún pescado por mis amigos, fue examinado cuidadosamente y no presentaba ninguna lesión e cabeza o morro, supuestamente hecha al estrellarse contra el fondo. Era una hembra repleta de hueva, con una carne veteada de grasa de un sabor exquisito. ¡Un auténtico “pata negra” de la mar!
Para un eminente biólogo, Francisco Abadía, catedrático de la Universidad de Granada y médico, amigo desde la infancia y compañero de pesca en aquellos felices años, la explicación más plausible de la muerte rápida de estos atunes, de los deportistas en competición o de individuos en situaciones de pánico y esfuerzo sería la misma.
La muerte sería causada por parada cardiorrespiratoria por isquemia de esfuerzo (falta de oxigeno en el músculo cardíaco) , agravada en este caso concreto por la obesidad como factor añadido de riesgo y no por el mítico suicidio del atún.
Mi agradecimiento a Paco Seano y José Ruiz por sus fotos y al profesor Abadía Fenoll por su colaboración.