UN
GRAN PESCADOR DE ALTURA EN SOLITARIO
A Miguel Cuervo Arango, gran
amigo mío, lo traigo a estas páginas, además, porque
es un excelente pescador de curricán con ganado prestigio entre
sus colegas de la provincia de Alicante. Pienso que de él podemos
aprender todos algo con respecto a la técnica que utiliza en esta
especialidad.
La pesca de altura en solitario es una modalidad
ciertamente de alto riesgo que solo debe ser practicada en unas condiciones
muy especiales. Se necesita ante todo una excelente forma física,
que Miguel, remero de competicion hasta hace unos años, aún
mantiene, pese a sus 67 años. El la practica sabiendo el riesgo
que asume, pero tomando todas las precauciones necesarias. Entre ellas
es indispensable en cada salida una revisión a fondo del buen estado
de su embarcación, que las predicciones del tiempo sean propicias
y sobre todo es imprescindible el uso de un buen arnés para evitar
caídas al mar. Me explicaba que dicho arnés el lo lleva
sujeto por la espalda y el cabo de seguridad va trincado fuertemente a
la parte alta de su camareta, permitiendole acceder justamente a las cañas
de popa y laterales y permitiéndole buena movilidad a bordo.
Miguel ha conseguido a lo largo de los últimos
años entre otras piezas, nada menos 13 agujas imperiales, la última
de las cuales fué un soberbio ejemplar, de 32 kilos, pero de una
talla posible récord para esta zona, ya que midió 2,05 m.
He dado cuenta de su captura en la página dedicada a capturas relevantes
del 2004. Creo que es el pescador alicantino que mas ejemplares ha logrado
de este esquivo pez. Tiene en su haber, además, como podrá
ver mas abajo, otro posible récord local con un descomunal mero
dentón de 68 kg conseguido pescando a fondo.
Aparte de todo ello ha pescado numerosas albacoras
o alalungas (mas bien raras en nuestra área), alguna de las cuales
llegó a pesar hasta 23 kilos. Estas últimas las pescó
en una zona relativamente cerca de la costa, - a 17 millas del cabo de
Santapola y 16 del cabo Cervera- en un área donde la sonda indicaba
una caída desde el veril de 100 brazas al de 350
Relato de una de sus pesqueras
Miguel, aquella mañana, como tantas otras,
había salido solo a la mar. Le gusta navegar, y la soledad no le
molesta cuando se encuentra a bordo de su barco. La ilusión y la
esperanza de conseguir una buena pieza en esa mañana tan bonita,
con una mar en calma y un precioso amanecer, le llenaban ya de júbilo
anticipado sobre todo al recordar otras intensas emociones vividas recientemente
en el “Madroño IV”.
El "Madroño IV" esta vez con tripulación.
Su patrón muestra una aguja recién capturada
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Me decía, al contarme sus pesqueras, que
el salir solo tenía también alguna ventaja, y era la de
no ver, al menos, las caras de mortal aburrimiento de sus compañeros
de barco tras 5 o 6 horas de cacear sin un toque siquiera.
Técnica de pesca en solitario.
Había preparado cuidadosamente sus cañas. Pesca de ordinario
con 5 aparejos de curricán. Dos de ellos, que coloca en cañeros
a los costados del barco, son cañas ligeras con carretes Pen Senator
equivalente al 6 /0 con 600 m. de monofilamento del 0,60 mm. En popa distribuye
3 aparejos que también emplea en la pesca a fondo. Dos de ellos
son cañas con carretes eléctricos Kristal Fishing, y el
otro es un carrete manual de la misma marca. Todos lleva líneas
de Dacrón finas con terminales de monofilamento invisiline del
0,9 mm.
Emplea estos carretes eléctricos, entre otras cosas, para poder
retirar en un instante todas la líneas de pesca cuando tiene un
pez clavado en alguna de ellas. Yendo solo es fundamental la rapidez de
recogida para evitar enredos.
Le gustan los señuelos en forma de pulpitos
de vinilo y pluma con cabezas metálicas perforadas, que producen
en superficie turbulencias y burbujas, o algun señuelo con cabeza
de plástico biselada. Su colores preferidos
son los oscuros, violeta negro y rojo anque también ha logrado
toques con los blanco y rojos, El tamaño del pulpito que utiliza
para tentar a la agujas es de unos 14 cm aunque también ha clavado
con señuelos de 5 o 6 cm. Todos estos tipos le permiten pescar
a una velocidad de 8 o 9 nudos sin que las líneas se entrecrucen
como ocurre con otra clase de señuelos – como las rapalas-
que tienen cierta oscilación lateral, muy tentadora por cierto,
pero no permiten velocidades altas. La que si lo permite, es la “bonita”
de Yozuri, también de eficacia comprobada. Al ir rápido,
a 8 o 9 nudos, el área de rastreo es mucho más amplia.
A la izquierda los preferidos de Miguel: silbadores y pulpitos
de vinilo de colores violeta negro y rojo. Arriba a la derecha
bonitas de Yozuri
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Con los primeros claros del
día, doblaba el espigón del puerto de Santa Pola. A unas
3 o 4 millas se divisaban ya, aun en la sombra, los edificios altos (la
iglesia y la casa de gobernador) de la isla de Tabarca que parecían
flotar en la superficie del mar. Puso rumbo al SE para dejar por su babor
las balizas luminosas de la reserva marina de Tabarca. Iba rápido
deseando llegar pronto a las aguas azules y profundas. Tenía la
impresión que allá a lo lejos, al otro lado del horizonte,
cerca de una gran montaña submarina llamada “ el Patíbulo”,
podría encontrar ese pez fuerte, grande y precioso con el que soñamos
todos los pescadores.
El día era claro. Por el norte se veían
ya con nitidez las lejanas montañas, el Puig Campana, que está
cerca de Benidorm y mas lejos, difuminado en azul, el cabo de la Nao.
Echó un vistazo a la
sonda. Tenía ya 80 metros de agua bajo la quilla Por esa zona hay
unos roquedales submarinos y un pecio que a veces frecuentan los grandes
depredadores. Puso el barco 9 nudos y caló primero las cañas
laterales largando unos 100 metros de línea. Las otras centrales
iban algo mas cortas y llevaban los señuelos un poco mas allá
de la turbulencia que deja la hélice.
Siempre hay algo que hacer cuando se pesca
en solitario. Comprobar la situación en el G.P.S., vigilar
de vez en cuando en el panel indicador el correcto funcionamiento del
motor, echar un vistazo al compás para comprobar si el piloto automático
mantiene el rumbo adecuado, ver si hay algún barco por la proa,
vigilar el estado de los curricanes por si se han cruzado o han enganchado
algún plástico etc. Pero sobretodo vigilar las aves marinas,
gaviotas pardelas o alcatraces que quiebren el vuelo o se zambullan en
picado en el mar. Pese a todo ello tenía aún tiempo para
gozar de la belleza de la mañana, del placer de navegar por una
mar en calma, de la paz y del silencio del gran horizonte solo quebrado
por el graznido de las gaviotas que se arrojaban sobre sus señuelos
y por el ronroneo atenuado del potente motor de su barco.
En ese instante vió claramente una aleta
detrás de uno de los curricanes. Segundos después, la
caña de babor se puso hecha un arco al tiempo que el carrete chirriaba
con estridencia. Rápidamente redujo “a poca”
la marcha del barco. Cogió la caña y dio un fuerte tirón
para clavar. Con ella aún en la mano, apoyada en la pancera, giró
los conmutadores de los carretes eléctricos para retirar las líneas
del agua. Luego apretó un poco el freno en estrella de su Pen Senator
tratando de cortar la veloz huída del pez que llevaba clavado.
Calculó que al menos le habría sacado unos 200 metros.
Debía ahora estar atento para interrumpir
la recogida de los carretes eléctricos antes de que los quitavueltas
llegasen a las cañas.
La velocidad de huída del pescado era ahora
menos rápida y más regular por lo que se apresuró
a dejar la caña en su cañero para recoger rápidamente
los otros dos aparejos.
Pocos minutos después todas las líneas
estaban recogidas. Entonces es cuando pudo disfrutar plenamente con su
pez. Debía ser muy grande. Aún no lo había podido
ver ya que tras el ataque casi en superficie, el animal buscó las
aguas profundas. Sacó aún unos cuantos metros más
pero poco después pudo Miguel recoger decenas de metros “bombeando”.
Luego tuvo que virar rápidamente la manivela de su pequeño
Penn para mantener la tensión de la línea, ya que el pescado
se dirigía ahora oblicuamente hacia arriba y hacia delante, probablemente
al sentir el aguijonazo del anzuelo en su boca. Al poco rompió
la superficie del agua con un espectacular salto que le produjo a Miguel
una descarga de adrenalina. ¡Era una aguja impresionante!
Por un momento echó de menos a
sus compañeros de otras veces para que disfrutaran con él
de aquellos instantes y para que le echaran una mano en los momentos finales
de la faena.
El pescado corrió ahora lateralmente casi
adelantando el barco por babor. Rápidamente Miguel desconectó
el piloto automático y viró en sentido contrario para mantener
el pescado por la popa. Poco después lo fue acercando cobrando
línea poco a poco a base de bombear. Aún hizo el pescado
otras 3 fuertes salidas arrebatando cada vez del carrete, mas de 50 metros
de línea que luego Miguel recuperaba trabajosamente. Llevaba ya
media hora de lucha.
El instante que todo pescador de altura desea
fervientemente y al mismo tiempo teme, estaba llegando. Es el de poner
al pez al costado del barco. Es un momento crítico en el que se
puede esfumar en un instante toda la ilusión de la captura. El
pescado, aún vivo, puede largarse por debajo del barco y al rozar
la línea en la quilla puede partirla inmediatamente. Miguel tiene
ya experiencia y sabe que no debe acercarlo hasta ver que el pescado ya
casi inerte, con un ligero giro de costado, sea arrastrado en superficie
por la lenta marcha del barco. Entonces fue cuando, dejando la caña,
cogió el terminal con ambas manos para acercar la aguja al costado
de babor , donde tenía amarrado el cabo del bichero. Una vez allí,
sujetó firmemente la línea con la izquierda y con la derecha
introdujo cuidadosamente el gancho del bichero por la abertura branquial,
ya que no quería desgarrar la piel de aquel soberbio animal. Tiró
con ambas manos hacia arriba y por fin lo introdujo a bordo. Una gran
alegría le inundó. Vio con algo de pena que la aguja, con
una fuerte sacudida de su cabeza, al echarla a bordo, rompía su
corta espada contra la cubierta. ¡De todos modos estaba preciosa
con su lomo azul intenso y su flanco plateado!
Miguel respiró profundamente.!Lo había
conseguido! Un nuevo triunfo en solitario.
Era ya tarde por lo que puso la proa hacia el
puerto donde pudo comprobar que la enorme aguja imperial o marlín
pesó 35 kilos y midió 1,90.
Bajo, otras dos capturas de Miguel
Miguel con su hijo y dos buenas capturas. A la derecha un mero
dentón de 68 kilos
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Parte
de este artículo mío fue publicado en la revista Pesca a
bordo en Junio de 2000
Atún de 35 kilos conseguido años despues de este artículo |
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