En el año 2015, el fotógrafo y amigo Jaume Fuster, publicó un muy interesante libro sobre la pesca del atún mediante la técnica tradicional de la almadraba.
El texto que a continuación reproduzco, fue escrito por el propio Jaume Fuster con motivo de la exposición que realizó en la Universidad de Valencia en el año 2016, con las imágenes del libro.
En el sur de la península Ibérica, allí donde se juntan las aguas del océano Atlántico y del mar Mediterráneo, se libra desde tiempos inmemoriales un drama de proporciones épicas. Un drama que enfrenta a peces y hombres, un drama que toma su nombre del árabe andalusí, la almadraba: lugar donde se golpea o lucha.
Impelidos por la irrefrenable necesidad reproductiva del desove, los enormes atunes rojos han mantenido un titánico éxodo desde que el propio mediterráneo se hiciera mar. Año tras año, generación tras generación, miles, millones de atunes han trazado un preciso camino desde las frías aguas atlánticas a las cálidas y tranquilas aguas que rodean las islas baleares. Un camino que fue descubierto por la atenta mirada del hombre.
Los atunes y los hombres se han encontrado en el paso del estrecho de Gibraltar para completar su rito circular desde épocas tan remotas que da vértigo pensarlo, que se pierde en la memoria, que se remonta a más de dos mil años de antigüedad: antes del nacimiento de Cristo; antes, incluso, de la romanización de la Península Ibérica. Todas las culturas mediterráneas desde los griegos, los romanos, los fenicios, los cartagineses o los árabes han participado del festín de los atunes y han contribuido a enriquecer y perfeccionar este arte de pesca. Su carácter transnacional ha desarrollado un léxico lleno de términos de origen árabe, italiano, portugués o catalán; una multiculturalidad única convertida, por méritos propios, en la esencia misma del Mediterráneo. Cuando, hoy día, contemplamos la última levantada de la almadraba, estamos contemplado ーprácticamente sin ninguna modificaciónーdel mismo espectáculo que pintó Sorolla en Ayamonte en 1919, que recogió Cabanilles en 1797 o que sobrecogió a Opiano en el siglo II a. c.
Aunque hay tres tipos de almadrabas: la de tiro o vista, la de monteleva y la de buche; hoy en día sólo se calan las de buche ーlas más modernas y complejas de todasー. El calamento de estas almadrabas es de gran envergadura y su preparación es realmente muy complicada. Los capitanes o arráez que mandan la almadraba poseen una larguísima experiencia pues son técnicos especializados en esta clase de artes. Tradicionalmente, los capitanes heredaban el cargo de padres, abuelos o tíos; es decir, todos eran familia. Para poder calar una almadraba de esta categoría, tenían que llevar muchos años en ellas y practicarlo muchísimo, porque no existían ni existen libros para poderlo estudiar, ya que la transmisión de sus secretos ha sido exclusivamente oral.
Tengo que reflejar que, hasta hace pocos años, el noventa y cinco por ciento de los Capitanes eran hijos de Benidorm, menos algunos de Isla Cristina. El personal era casi todo de Almería, Carboneras, Cabo de Gata, Garrucha, Roquetas, Isla Cristina, Lepe, Ayamonte, Huelva, Fuengirola, Barbate, Conil, Chiclana, Zahara de los Atunes y algunos Portugueses. El doce por ciento del personal restante era de Benidorm. Eran los de mayor confianza del Capitán y estaban en los mejores sitios, como el Batel, Pañolero, Corchero y Guardas.
La razón por la cual el arte de la almadraba se perpetuó en Benidorm se debe a ese secretismo trasmitido de generación en generación. La primera almadraba, llamada como tal, se caló en Benidorm en 1580 y la última en 1952: cuatro siglos de actividad ininterrumpida que marcó el ritmo vital de la población y que ーaunque finalizó con el advenimiento del turismoーdio lugar a la mejor y más reputada escuela de arráeces de todo el mundo durante siglos. Se cuenta que en 1785 el duque de Medina Sidonia, señor de Andalucía y propietario de las almadrabas atlánticas, solicitó del de Medinaceli capitanes expertos que calaran muy bien las redes. El de Medina Sidonia pasaba por una mala temporada de pesca y un tal Joseph Ortuño ーde Benidormーvino a terminar con su mala suerte. Pronto empezaron a aparecer en los papeles del Archivo de Marina ーcomo capitanes o concesionariosーapellidos como Orts, Llorca, Pérez, Lledó, Bayona, Such, Zaragoza, y Barceló por toda la costa andaluza. No hay familia de Benidorm que no haya tenido algún abuelo, padre o tio enrolado en una almadraba como arráez, sotarráez, tercero, varilla (o contable de atunes, cables, hombres o redes), patrón de las lanchas o los faluchos, copejador (encargado de copear con el bichero los atunes abordo), rana o simple marino.
Prácticamente las 66 almadrabas que se calaron en el mundo durante la época de mayor esplendor de este arte de pesca ーdesde Huelva[1] a Cádiz[2], pasando por Ceuta[3], Argelia[4], Túnez[5], Sicilia[6] o por todo el Mediterráneo español[7]ーfueron capitaneadas por arráeces de Benidorm, a las que hay que sumar las redes de protección antisubmarino que Francisco Pérez Llorca y su padre Vicent calaron delante del puerto de Mallorca en 1936.
Mi vínculo de sangre con la almadraba es (nótese el cariño y el orgullo) mi tio Jacinto Vaello Llorca, nacido en Benidorm el 20 de julio de 1923. Gracias a él he vuelto la mirada a lo que tenía más próximo, la historia de mi casa. A sus 89 años no puede acompañarme y se queda en Benidorm nervioso, esperando mi llamada: ー“conta’m quantes tonyies heu mort”.
A mi arráez le he prometido que a la vuelta de cada jornada le pasaré un informe detallado para que compartamos la almadraba a cientos de kilómetros de distancia. Gracias a él, a sus explicaciones y sus consejos, comprendo que la almadraba no es sólo la pesca (y su clímax, el momento de la levantada) sino todo un largo proceso que empieza a principios de marzo con el calamento (que es la parte más importante y casi nadie le presta atención); y que concluye a finales de junio con la leva. Aunque estas fechas dependen de si es una almadraba de derecho o de revés. Si pesca los atunes de “derecho” o venida desde el Atlántico (que por cierto, son los atunes más gordos y de mejor calidad) acaban en esa fecha, pero si cala de “revés”, es decir, que también pesca los atunes de retorno del Mediterráneo al atlántico, que vuelven una vez desovada la cría (más magros y delgados), esta almadraba termina la primera quincena de Septiembre.
Él ha sido mi arma secreta, mi inspiración, mi compañero de travesía. Su implicación en este proyecto ha sido absoluta, ayudándome a poner nombre a las cosas, explicándome las maniobras y haciéndome entender el delicado equilibrio de fuerzas que reina en una almadraba. Por ejemplo, dependiendo del tipo de pesca, si es pescado chico, como bonito o melva; o si son sólo atunes rojos, la malla de la red es más clara o más tupida. Como la almadraba es un arte fijo, siempre es conveniente que sea lo más clara posible para que no ejerza mucha oposición a las corrientes y la rompa. El calibre de la malla condiciona el peso de la cadena, el número de anclas y el número de flotadores… todo está íntimamente ligado, milimétricamente diseñado para interponer un muro de redes en el paso de los atunes que los obligue a entrar en el cuadro a través de los endiche de la boca de la almadraba y, una vez dentro, perderse en sus entrañas.
Con esta compañía llegaba a Barbate en busca de una de las últimas almadrabas españolas. En el Algarve portugués quedan un par, en Favignana (Sicilia) otra y en Marruecos unas catorce o quince. No hay más en todo el mundo en la actualidad. Realmente, en España quedan cinco. La más pequeña está en La Azohía, (bahía de Mazarrón), las otras en la provincia de Cádiz. En Tarifa se encuentra la almadraba más oriental, su nombre es Los Lances de Tarifa. La almadraba de Zahara de los Atunes está enclavada en Cabo Plata. La almadraba de Barbate está situada en la misma bahía de Barbate mientras que la almadraba de Conil está calada frente al Cabo Roche.
Mi intención es fotografiar la almadraba aunque ya sé que es casi imposible. Fotografiar este inmenso laberinto erigido desde el fondo del mar ーaquel laberinto que Llorca Baus llamó “castillo de redes” por su gran envergadura, disposición y sofisticación, que le asemejaban al plano de una fortalezaーes como fotografiar un iceberg o una gran ciudad.
“La almadraba es una ciudad
una ciudad hecha de cáñamo y esparto,
una ciudad desierta y submarina
con una larga cola _puede tener varios kilómetros_
que se apoya en la costa y se interna en el mar,
y su función consiste en orientar la pesca hacia su perdición
que está compuesta por tres compartimientos sucesivos:
el buche, el bordonal y la cámara de la muerte.
Por su carácter de estación terminal en el viaje sin retorno,
tiene forma de laberinto, y,
en efecto,
debo decir que la almadraba
es una perdición matemáticamente construida”[8].
Sólo veré los hombres, los barcos (La sacada o batel, la testa, el barco de canto de fuera y el barco de canto de tierra, la lanchas del arráez, el sotarráez y el tercero, el atajo grande y el atajo chico, el barco tapabocas, el vigilante, el barco luz, los barcos para el remolque y los botes auxiliares), las boyas y los perros (un tipo de flotadores).
Me tendré que imaginar el muro de la rabera de tierra de casi 4 kilómetros y 50 metros de profundidad formada por varios cuarteles (el primero se llama palmatorres); el cuadro de 365 metros formado por: el cuadrillo, la cámara (con su correspondiente boca), el buche, el bordonal (que, actualmente, sólo se cala en Barbate. con sus correspondientes puerta y mojarcio del bordonal) y el copo. A continuación se dibujarán en el mar la legítima, la contralegítima, y la rabera de fuera de 1700 metros… Hablo que metros y lo hago sólo para entendernos, pues la almadraba es mucho más antigua que nuestro joven sistema cegesimal y para hablar con corrección debería hablar de otras unidades de medida como la cana, una vara que medía 1,82 metros y por la que se regían todas las almadrabas. De ese modo sería más preciso decir que, por ejemplo: las redes para el cuadro se definían de 6 en cana, equivalente a 30 centímetros por carrera, de 5 en cana para palmatorres y cuadrillo, equivalente a 36 centímetros por carrera, de 4 en cana para la rabera de tierra, equivalente a 45 centímetros por carrera y la de 3 en cana para la rabera de fuera, equivalente a 60 centímetros por carrera...
Cada barco, cada cabo, cada red… todo tiene un nombre y una colocación escrupulosa. Aunque yo no acabe de entender su misterioso lenguaje, ni su geometría perfecta, siempre me ha fascinado la poesía de la exactitud y la belleza de la utilidad. Como una pizarra llena de fórmulas matemáticas de las que no entiendo absolutamente nada, pero de la que no puedo dejar de emocionarme al contemplar la inteligencia del hombre en estado puro.
Después de varios días de intentos infructuosos por culpa del mal tiempo, el arráez ordena que me embarque en la testa: son las cinco de la madrugada, mucho antes de la salida del sol. La hora de zarpar está determinada por las mareas pues la levantada sólo se puede realizar en el momento exacto entre la pleamar y la bajamar. Si se pasa ese momento habrá que abandonar hasta la siguiente ocasión.
La primera faena es la de “hacer nieve” para asegurar la máxima calidad de la carne. La calidad también es el motivo por el cual ha desaparecido la figura del copejador. El copeo era muy espectacular pero dañaba el género. Al clavar el gancho en la barriga del atún lo inmovilizaba; pero la barriga, la ventresca, es la parte del atún más apreciada y si está agujereada se devalúa mucho. Por eso hay instaladas grúas que los cogen por la cola, los levantan, y directamente los trasbordan a los faluchos que están abarloados a la sacada. De este modo, el pescado tampoco se roza con las tapas de la regala y no se estropea. Se prima la calidad para aprovechar absolutamente todas las partes del atún: morrillo, pellejito, tarantelo, ventresca, descargamentos, mormo, faseras, espineta blanca y negra, budellet, sangatxo, tronco, corazón, hueva, recortes y hasta el espinazo para hacer guano.
Pronto una comitiva de barcos de mediano porte y algunos más pequeños zarpa del puerto arrastrada por dos barcos de fibra a motor. El resto de la flotilla es de madera. No son como los que se utilizaban hace cincuenta o sesenta años en la almadraba de Barbate… ¡Son exactamente los mismos! En vez de estar en un museo los tienen en activo y a pleno rendimiento, como debe ser.
Después de verme madrugar durante varios días y verme deambular por el muelle del puerto, la marinería deja de considerarme como “visita” para ser considerado “profesional”. Me ayudan muchísimo dándome explicaciones de todo y dándome consejos de donde ponerme para tomar las mejores imágenes (aunque en mi fuero interno sospecho que me colocan donde menos estorbe). Me comentan que se ha perdido el gozo en la levantada. Antes, en plena levantada, alguien se ponía a cantar o a gritar de alegría. Había ansia de coger pescado, cuanto más mejor. Hoy, con las cuotas de pesca, querrían coger todo el pescado asignado el último día de la temporada, porque si llegan al cupo antes se acabará el trabajo y se irán al paro. Aunque dentro de la almadraba es posible que haya 500 ó 600 atunes vivos sólo se pueden matar entre 100 y 150 por levantada para largar la temporada y porque los compradores japoneses no quieren más al mismo tiempo. De este modo tienen un mejor control del procesado y del stock del mercado. El resto de los atunes se queda en la almadraba a la espera de su momento, y si cogen más del cupo autorizado, tendrán que desmontar el copo para soltarlos vivos, como pasó la temporada pasada. Los animales libres seguían en el mismo sitio nadando en el mismo círculo una y otra vez y hubo que dar golpes en el agua para asustarlos y obligarlos a que se alejaran finalmente.
Desde la testa oigo los pitidos y los gritos del arráez que está en la sacada: ー“¡Iza, arría… iza, arría!”.
El copo se va cobrando dejando cada vez menos agua en su interior. Sin previo aviso el agua empieza a hervir y se llena de moles oscuras. Todo sucede muy rápido: gritos, salpicones de agua, borbotones de espuma, hombres valientes que se lanzan a la red y de repente un refulgente atún es izado delante mío. Pronto otro y otro. En pleno frenesí alguien empieza a gritar: ー“¿Quién vive en una piña en el fondo del mar? ¡Bob esponja!”. El gozo se mantiene intacto.
Sin embargo, desde hace años los expertos han detectado un preocupante descenso de la población de atún rojo en el Mediterráneo, de lo que culpan, sobre todo, a la sobreexplotación de los barcos de cerco industriales y a las jaulas de engorde que se nutren de atunes jóvenes que nunca han tenido la oportunidad de desovar. La almadraba, por el contrario, ha demostrado durante más de 2000 años su sostenibilidad: es un arte fijo que sólo atrapa los atunes que se acercan a la costa y que además los pesca de uno en uno ーliberando los que no alcanzan la talla mínima de 30 kilosーacosada, cercada en un copo legal que la atenaza con continuos recortes en las capturas. Hace unos años hubo un intento de considerar el atún rojo como especie amenazada en el convenio CITES que finalmente fue frustrado. Si se hubiera conseguido, hubiera supuesto la prohibición de su comercialización y, por tanto, el cierre de las empresas pesqueras y el final de la almadraba.
Me siento el último de todos los compañeros de viaje que me acompañaron desde Benidorm y que, atónitos, susurran por detrás de mí: ー“La última levantada, la última almadraba… ¿Cómo hemos llegado a esto?”. Retirado el último arráez de Benidorm, Vicente Zaragoza Casamayor, hace unos años, ya no queda nadie de Benidorm vinculado a la almadraba. Nos hemos permitido el lujo de perder nuestro secreto, de olvidar la sabiduría adquirida durante siglos… y sin embargo, aquí estoy yo haciendo el mismo viaje, orgulloso de seguir los pasos de aquellos que me precedieron. Realmente, ¿seré el último de nuestra larga tradición en contemplar una levantada? ¿Este modo de vida, toda esta cultura y saber, se perderán para siempre y contemplaremos atónitos el final de todas las cosas?
Jaume Fuster, Valencia, junio 2013
Hijo, nieto, bisnieto y tataranieto de almadraberos. Fue arráez para el ConsorcioNacional Almadrabero durante casi treinta años en las almadrabas de Las Cabezas y laUmbría en Huelva; y de La Tunara, Sancti Petri y Tarifa en Cádiz. También cursóestudios de patrón de barco, buzo y radiotelegrafista. Caló su última almadraba en1986 en Isla Cristina, Huelva. Retirado actualmente.
Profesor de Fotografía Artística en la Escola d’Art i Superior de Disseny deValencia. Doctor por la Universidad Politécnica de Valencia en el Departamento de Comunicación Audiovisual, Documentación e Historia del Arte. Licenciado en Cienciasde la Información, Imagen Visual y Auditiva. Universidad Politécnica de Valencia.
[1]La Regente, Las Cabezas, La Umbría, La Nueva Umbría, La Cinta, Las Torres, La Higuerita.
[2]Rota, Torregorda, Sancti-Petri, El Puerco, El Queso, Torre Atalaya, Conil, Barbate, Zahara de los Atunes, Bolonia, Tarifa, El Tormo y la Tunara.
[3]El Principe, La Restinga, Cabo Negrete, Río Martín, Las Torrecillas, Rincón de Mehedik, Cabo Espartel, Hauara, Arcila, Las Cuevas, Punta Negra, Jolot, Kenitra núm. 1, Kenitra núm. 2, Kenitra núm. 3, Fedala y Agadir.
[4]Arzew y Mastagali.
[5]Sidi Daud, Monastir, La Guaria, Ras al Mar, Cab-Sedid.
[6]Faviana, Fornica, Cabo San Vito, Chaca, Torreta y Checuliana
[7]Cabo de Gata, Águilas, Azodía, Tabarca, Paraíso, Alcocó, Benidorm, Calpe, Moraira, Javea, Castellón, Ametla de Mar, Salou, Roses y Formentera
[8] Llorca Baus, Carlos, Historia marinera de Benidorm, 1781 – 1959, Benidorm, Ayuntamiento de Benidorm, 1994.